Lo que se vivió en Honduras el domingo pasado lejos de ser una fiesta cívica fue un desastre electoral, algo que pude constatar de manera personal, porque tuve la desdicha de ejercer el sufragio a altas horas de la tarde ya que las maletas electorales no estaban en los centros de votación, pues como ya todos sabemos, estuvieron tiradas en buses de ruta a lo largo y ancho de Tegucigalpa y San Pedro Sula, casualmente las dos ciudades con la carga electoral más grande de Honduras. Este desorden es un caos perfectamente orquestado, con una intención bastante clara y manifiesta. Con este desastre lo que se buscaba era que no se reflejara una realidad que todos ya conocemos, el disgusto generalizado que existe, la representación masiva de votos de ciudades como Tegucigalpa y San Pedro Sula pueden cambiar los resultados y la tendencia de un proceso electoral. Esta neblina fue colocada en vano para distorsionar la visión del camino que el pueblo hondureño ya tiene claro, porque la ruta ya está marcada y estos hechos dolosos llenos de alevosía, deben ponernos la ruta aún más clara. Sin embargo, el vehículo al que el pueblo hondureño debe subirse, debe ser un mismo medio de transporte, porque es necesaria la unidad de la comunidad hondureña; este tipo de controversias que mancharon el proceso electoral buscan generar división en los sectores más fuertes de la oposición hondureña, hay un premisa bastante popular - divide y vencerás- hay que apelar a la unidad de la oposición. Por su parte, el partido oficialista tiene muy clara su postura y saben que la unidad granítica de su partido es obligatoria para continuar en el poder. La oposición también debe apelar a ello, en el proceso electoral de 2021, una alianza aseguró sacar al Partido Nacional del poder, en este momento, aplicar esa misma receta puede ser la dosis perfecta para hacer el cambio que la hondureñidad desea.
Se que en un país como este, donde hay tanta inseguridad, donde hay retos considerables en salud y educación, donde los índices de corrupción reflejan la debilidad institucional que tenemos, aunado a ello, le agregamos el caos de este recién proceso electoral, es fácil perder las esperanzas de tener una mejor Honduras, sin embargo, debemos permanecer unidos y jamás claudicar. ¡Los buenos hondureños unidos, nunca serán vencidos!