Si hay algo cierto, estable y permanente en el actual gobierno, son los llamados “colectivos”. Primero, los vimos con sorpresa cuando mostraron su músculo durante la crisis legislativa de enero-febrero de 2022. Luego, comenzaron a infundir miedo intimidando y agrediendo a empleados públicos. Hace unos días, los vimos golpeando a diputados frente a agentes de la Policía Nacional.
Los colectivos hondureños se inspiraron en la experiencia venezolana, que a su vez se inspiró en los Comités de Defensa de la Revolución de Cuba. Algunos sostienen que también se inspiraron en las milicias Basij de Irán.
Los Círculos Bolivarianos, creados por Hugo Chávez en 2001, se convirtieron en el brazo armado del régimen después del golpe de Estado de 2002. En un informe sobre las protestas de 2017, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos logró documentar 27 muertes causadas por colectivos venezolanos. En la actualidad, han incursionado en el mundo del crimen organizado, llegando al punto de controlar puntos migratorios en la frontera de Colombia.
Ahora bien, ¿qué futuro les espera a los colectivos de Libre? En primer lugar, si evaluamos su desempeño de acuerdo con su objetivo político, podemos afirmar que han logrado su propósito de generar atención, intimidar y actuar como una fuerza que sirve para imponer el orden y crear desorden cuando es necesario. Por lo tanto, no debería sorprendernos que los colectivos estén muy activos durante el próximo proceso electoral de 2025.
En segundo lugar, entre los partidos de izquierda en América Latina, el Partido Libertad y Refundación (Libre) se sitúa como un partido populista con autoridad concentrada, similar al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Hugo Chávez en Venezuela y al Movimiento Revolución Ciudadana (MRC) de Rafael Correa en Ecuador. Esto contrasta con partidos más institucionalizados en la democracia electoral, como el Partido Socialista de Chile (PSCh), el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil y el Frente Amplio (FA) en Uruguay, que tienden a ser más democráticos y profesionalizados.
Esta caracterización de los partidos de izquierda que desarrolla Steven Levitsky, autor de “Cómo las democracias mueren”, nos lleva a ciertas conclusiones sobre los colectivos hondureños. Debido a la presencia de un líder carismático en Libre, los colectivos continuarán existiendo incluso si el partido pierde elecciones. La otra conclusión que debe preocuparnos más es que los partidos populistas de izquierda tienden a ser más desorganizados, sin preocuparse por las normas institucionales o sociales. Siguiendo la experiencia venezolana, esto significa que los colectivos, en tiempos de dificultades económicas, corren el riesgo de diversificar sus operaciones hacia la criminalidad. Sin embargo, debemos recordar que en Venezuela, la Policía y los militares han experimentado un colapso institucional.