Mientras los líderes mundiales se muelen entre insultos, amenazas y odios, los uruguayos despuntan diferentes. El sábado anterior, el político de izquierdas Yamandú Orsi recibió la banda presidencial de su rival y presidente saliente de derechas, Luis Lacalle, quien luego le dio un gran abrazo, le aplaudió y se despidió con un “Ya sabes, estamos a la orden”.
Detrás de ellos, como testigo silencioso, se alzaba imponente la estatua de José Gervasio Artigas, héroe de la independencia rioplatense, Padre de la Patria. Qué impresión, qué lección, qué ganas de que esto pasara en nuestra tierra, maltratada durante décadas por políticos y comerciantes avariciosos.
Esta Honduras, cuyo nombre para muchos evoca hundimiento, derrumbe, el fondo del pozo, la oscuridad, pero que Eduardo Galeano -uruguayo, por cierto- lo asoció con lo profundo del ánimo y lo hondo del sentimiento.
Este domingo, Honduras celebra elecciones primarias y lo que predomina es el insulto, la descalificación, la calumnia, la maledicencia, la noticia falsa y la mala fe.
Los politicastros hondureños exhiben sin sonrojarse la desesperación por alcanzar o recuperar el poder, como sea: aliándose con criminales, mintiendo con descaro, rezando con hipocresía, trampeando sin escrúpulos.
Uruguay, tierra de los pueblos charrúas, fue codiciada por los colonizadores debido a su ubicación estratégica en el Río de la Plata. Guerrearon portugueses y españoles por quedársela, y más tarde fue disputa entre Brasil y Argentina, hasta su independencia.
Quedó como una pequeña cuña en el mapa -aunque es más grande que Honduras- entre los inmensos territorios de brasileños y argentinos. En la ceremonia de traspaso en Montevideo, se sentaron juntos los expresidentes Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado; Luis Alberto Lacalle -padre del presidente saliente- del Partido Nacional; y José Mujica, del Frente Amplio y padrino político de Orsi.
No estuvieron por fallecimiento Jorge Batlle, del Partido Colorado y miembro de una familia política de cuatro mandatarios; y Tabaré Vásquez, también del Frente Amplio. Izquierdas, centro, derechas, reunidos en paz.
Desde luego, no siempre fue así. Como todas las sociedades, la uruguaya tiene sus páginas de infamia y dolor: años de guerras civiles entre conservadores del partido Blanco y liberales del Colorado, intervenciones extranjeras y, más reciente, la brutal y sanguinaria dictadura que, con un golpe de Estado en 1973, aterrorizó, torturó, exilió, desapareció y asesinó a uruguayos hasta 1985.
Ahora, Uruguay celebra 40 años de democracia y da ejemplo al mundo en tiempos revueltos. Sus partidos políticos gozan de notable aceptación ciudadana, y el país ocupa el puesto 15 en la clasificación mundial sobre democracias plenas.
En 2020, los opositores entre sí, Sanguinetti y Mujica, en una ceremonia conjunta, renunciaron al Senado por su edad y salud, entre elogios mutuos y abrazos... Algún día aprenderemos.