El primer gran reto que tiene ante sí el nuevo presidente de los Estados Unidos será el de recuperar la unidad nacional perdida por una administración saliente que se dedicó durante cuatro años a incubar el odio, la intolerancia y el racismo, alimentando el discurso de la diferencia por encima de la necesaria convivencia y la concordia entre todos los norteamericanos. Hasta el último día de su mandato, el presidente Trump ha seguido empeñado en desacreditar a la democracia norteamericana, enarbolando la bandera de que su derrota se debió a un supuesto monumental fraude electoral -nunca comprobado-, y ha exhibido la prepotencia y la soberbia como sus dos principales argumentos frente a la legitimidad democrática que le otorgan las urnas a su adversario ahora convertido en nuevo presidente.
Hoy, pese a todo lo que han soportado los Estados Unidos en estos cuatro años, comienza una nueva era y el mundo respira, al fin, tranquilo. Como segundo gran reto, el presidente tendrá que recuperar la imagen de gran nación responsable, con un liderazgo firme y respetuosa con las libertades y los derechos fundamentales que antaño tenía el país, precisamente todo lo contrario de lo que ocurrido durante el mandato de Trump, en que la proyección exterior de los Estados Unidos ha salido seriamente dañada y debilitada debido a las colosales meteduras de pata del inquilino de la Casa Blanca. Por ejemplo, las relaciones de los Estados Unidos con Europa y sus socios de la OTAN, por poner solamente un ejemplo, están seriamente dañadas y recomponerlas, cuando el vínculo transatlántico es casi inexistente, requerirá grandes esfuerzos políticos y diplomáticos.
Los europeos, tras décadas de mirar hacia los Estados Unidos como un socio que inspiraba confianza y respeto, hoy recelan de su antiguo aliado y esa tendencia se percibe en la opinión pública, que cada vez demanda más una auténtica construcción europea que supere esa desafección y dote de un mayor liderazgo en la escena internacional a la Unión Europea. El mayor daño que ha causado Trump al mundo libre ha sido destruir el vínculo transatlántico, que fue el motor que impulsó los cambios en Europa del Este y la caída del Muro de Berlín.
El tercer gran reto que tiene ante sí el presidente es hacer frente a la emergencia de nuevas alianzas en la escena internacional que desafían abiertamente a Occidente, como es el caso del cada vez más activo eje Rusia-Turquía-Irán, implicado en conflictos regionales en Oriente Medio, como son los casos de Libia, Líbano, Palestina y Yemen, donde a veces compiten entre sí y otras ponen en jaque, como es el caso de Siria, a los intereses occidentales. La reciente crisis del Cáucaso, en que un país armado hasta los dientes por Turquía, Azerbaiyán, derrotó a un país cristiano y prooccidental, Armenia, puso en evidencia que las viejas inercias del pasado, basadas en la comunidad de intereses religiosos y políticos, sigue condicionando muchas de las nuevas alianzas en el mundo.
LA IRRESPONSABILIDAD DEMENCIAL DE TRUMP FRENTE AL COVID-19
La pandemia desatada por el covid-19, como no podía ser menos, es otro de los grandes asuntos que tendrá que hacer frente el nuevo presidente de forma urgente y sin dilación, ya que los Estados Unidos es, sin lugar a dudas, la nación más golpeada por esta crisis. La irresponsabilidad demencial y la negligencia casi rayana en lo criminal de Trump han llevado al país a tener que afrontar al día de hoy casi veinticinco millones de casos y más de 400.000 fallecidos, una cifra que supera con creces a los muertos en las guerras de Corea, Vietnam, Irak y Afganistán. Un nuevo enfoque que debería implicar una estrategia realista de medidas preventivas sanitarias, como han hecho todos los países del mundo, es algo acuciante y necesario. También el desarrollo de un plan de vacunación masiva, tal como ya ha anunciado Biden, debe ponerse en marcha en la mayor brevedad posible.
Sobre la mesa del nuevo presidente quedan las 'patatas calientes' de los planes nucleares de Irán y Corea del Norte, nunca aplazados ni cuestionados pese a las amenazas del presidente saliente a ambos países, y que tendrán que ser afrontados con una nueva óptica más política y diplomática que las andanadas retóricas de Trump, bien inútiles por cierto y nada efectivas. Estados Unidos debe buscar con sus socios europeos y con Rusia acuerdos fundamentales, al estilo del que impulsó Obama con Irán, para que ambos países desactiven esos programas armamentísticos y lograr un consenso global sobre tan sensible asunto que pone en peligro la paz en todo el planeta.
Por último, pero no menos importante, el nuevo presidente tendrá que hacer frente a la grave crisis económica que se asoma tras el tsunami causado por el covid-19 en la economía global, en que se espera que millones de puestos de trabajo sean destruidos, el turismo no se recupere en años, la pobreza aumente en casi todo el planeta y se pierdan años de esfuerzo y trabajo a merced de una crisis que ya empieza a enseñar sus dientes en los países más pobres y subdesarrollados. El liderazgo de los Estados Unidos en la economía global es vital para que el mundo recupere su dinamismo y fortaleza, tal como esta nación hizo durante décadas, y también para que la confianza, tras meses de angustia e incertidumbre a merced de esta pandemia que no parece tener fin, regrese de la mano de medidas efectivas, positivas y productivas que puedan insuflar a los mercados internacionales en estos momentos tan críticos para todos. Biden, hombre que irradia responsabilidad y confianza pese a su edad, tiene ante sí grandes asignaturas que superar pero quizá es el único, en las actuales circunstancias, capaz de superarlas con acierto. Veremos qué pasa.
Hoy, pese a todo lo que han soportado los Estados Unidos en estos cuatro años, comienza una nueva era y el mundo respira, al fin, tranquilo. Como segundo gran reto, el presidente tendrá que recuperar la imagen de gran nación responsable, con un liderazgo firme y respetuosa con las libertades y los derechos fundamentales que antaño tenía el país, precisamente todo lo contrario de lo que ocurrido durante el mandato de Trump, en que la proyección exterior de los Estados Unidos ha salido seriamente dañada y debilitada debido a las colosales meteduras de pata del inquilino de la Casa Blanca. Por ejemplo, las relaciones de los Estados Unidos con Europa y sus socios de la OTAN, por poner solamente un ejemplo, están seriamente dañadas y recomponerlas, cuando el vínculo transatlántico es casi inexistente, requerirá grandes esfuerzos políticos y diplomáticos.
Los europeos, tras décadas de mirar hacia los Estados Unidos como un socio que inspiraba confianza y respeto, hoy recelan de su antiguo aliado y esa tendencia se percibe en la opinión pública, que cada vez demanda más una auténtica construcción europea que supere esa desafección y dote de un mayor liderazgo en la escena internacional a la Unión Europea. El mayor daño que ha causado Trump al mundo libre ha sido destruir el vínculo transatlántico, que fue el motor que impulsó los cambios en Europa del Este y la caída del Muro de Berlín.
El tercer gran reto que tiene ante sí el presidente es hacer frente a la emergencia de nuevas alianzas en la escena internacional que desafían abiertamente a Occidente, como es el caso del cada vez más activo eje Rusia-Turquía-Irán, implicado en conflictos regionales en Oriente Medio, como son los casos de Libia, Líbano, Palestina y Yemen, donde a veces compiten entre sí y otras ponen en jaque, como es el caso de Siria, a los intereses occidentales. La reciente crisis del Cáucaso, en que un país armado hasta los dientes por Turquía, Azerbaiyán, derrotó a un país cristiano y prooccidental, Armenia, puso en evidencia que las viejas inercias del pasado, basadas en la comunidad de intereses religiosos y políticos, sigue condicionando muchas de las nuevas alianzas en el mundo.
LA IRRESPONSABILIDAD DEMENCIAL DE TRUMP FRENTE AL COVID-19
La pandemia desatada por el covid-19, como no podía ser menos, es otro de los grandes asuntos que tendrá que hacer frente el nuevo presidente de forma urgente y sin dilación, ya que los Estados Unidos es, sin lugar a dudas, la nación más golpeada por esta crisis. La irresponsabilidad demencial y la negligencia casi rayana en lo criminal de Trump han llevado al país a tener que afrontar al día de hoy casi veinticinco millones de casos y más de 400.000 fallecidos, una cifra que supera con creces a los muertos en las guerras de Corea, Vietnam, Irak y Afganistán. Un nuevo enfoque que debería implicar una estrategia realista de medidas preventivas sanitarias, como han hecho todos los países del mundo, es algo acuciante y necesario. También el desarrollo de un plan de vacunación masiva, tal como ya ha anunciado Biden, debe ponerse en marcha en la mayor brevedad posible.
Sobre la mesa del nuevo presidente quedan las 'patatas calientes' de los planes nucleares de Irán y Corea del Norte, nunca aplazados ni cuestionados pese a las amenazas del presidente saliente a ambos países, y que tendrán que ser afrontados con una nueva óptica más política y diplomática que las andanadas retóricas de Trump, bien inútiles por cierto y nada efectivas. Estados Unidos debe buscar con sus socios europeos y con Rusia acuerdos fundamentales, al estilo del que impulsó Obama con Irán, para que ambos países desactiven esos programas armamentísticos y lograr un consenso global sobre tan sensible asunto que pone en peligro la paz en todo el planeta.
Por último, pero no menos importante, el nuevo presidente tendrá que hacer frente a la grave crisis económica que se asoma tras el tsunami causado por el covid-19 en la economía global, en que se espera que millones de puestos de trabajo sean destruidos, el turismo no se recupere en años, la pobreza aumente en casi todo el planeta y se pierdan años de esfuerzo y trabajo a merced de una crisis que ya empieza a enseñar sus dientes en los países más pobres y subdesarrollados. El liderazgo de los Estados Unidos en la economía global es vital para que el mundo recupere su dinamismo y fortaleza, tal como esta nación hizo durante décadas, y también para que la confianza, tras meses de angustia e incertidumbre a merced de esta pandemia que no parece tener fin, regrese de la mano de medidas efectivas, positivas y productivas que puedan insuflar a los mercados internacionales en estos momentos tan críticos para todos. Biden, hombre que irradia responsabilidad y confianza pese a su edad, tiene ante sí grandes asignaturas que superar pero quizá es el único, en las actuales circunstancias, capaz de superarlas con acierto. Veremos qué pasa.