Aunque deseábamos una situación diferente, ha sido confirmado el pronóstico que formulamos, acertando, que al finalizar 2024 el saldo de la deuda pública superaría los 17 millardos de dólares (US$17,000 millones).
Los datos oficiales de la Secretaría de Finanzas a noviembre de 2024 constatan un saldo de US$17.1 millardos. Por ahora, entonces, corresponde esperar la actualización de los datos al cierre del año pasado y extraer nuevas conclusiones.
Asimismo, y con base en lo ocurrido se puede formular un estimado tomando en cuenta la información fragmentaria de las nuevas contrataciones y desembolsos que la burocracia va anunciando, con lo cual, podría decirse que es muy probable que a diciembre de 2024, el saldo de la deuda pública total llegue a los US$17.4 millardos.
Luego, en los primeros dos meses de 2025, se podría decir que el saldo seguirá aproximándose a los US$18.0 millardos, principalmente por los desembolsos de la nueva colocación de bonos soberanos por US$700 millones y los nuevos préstamos con el Banco Mundial (US$150 millones) y el BID (US$300 millones), y otros que flotan en el secretismo. El informe del primer trimestre tal vez nos saque de dudas. De continuar así, es posible que el gobierno herede al siguiente un saldo entre 18.5 a 19 millardos de dólares.
Dejamos constancia histórica de nuestros pronósticos y análisis con base en la rigurosidad técnica y experiencia en el tema, tomando la propia información oficial, pero, con interpretación independiente.
No obstante, el propósito no queda allí. Se trata de saber qué tan comprometido y en riesgo está el Estado hondureño y en el fondo, su población en general. El servicio de la deuda prevalecerá como principal gasto. También se debe mencionar que según la versión oficialista y su inefectivo (pero millonario) aparato de propaganda, en lugar de preocuparnos por el creciente endeudamiento, la población debe tragarse el cuento vacuno que hay que interpretar la situación como un “reconocimiento” a los logros económicos del gobierno considerando que continúa siendo sujeto de crédito por “pagar puntualmente” los compromisos heredados desde las administraciones anteriores.
El tema de fondo es que el endeudamiento no se detiene, mientras la presupuestación y utilización de los recursos en general persiste con poca eficiencia, derroche, opacidad, avaricia y escaso avance económico y social.
De manera similar, no habría que preocuparse por el creciente saldo de deuda, ya que se encuentra en el rango de “sostenibilidad” medido por el coeficiente deuda/PIB. Dato superficial y pendiente de discusión.
Hay que recordarle a los que manejan la actual administración que están por salir y que no cumplieron con su propio plan de gobierno cuando ofrecieron procesar la deuda contraída por un régimen ilegítimo. Aunque eso hubiese implicado esfuerzo técnico y tiempo, al menos, hubiese quedado claro qué ocurrió con muchos préstamos contraídos por el gobierno anterior, se hubiese procesado judicialmente a los responsables y, sobre todo, hubiese existido una posibilidad legítima de reprogramar condiciones para mejorar flujo de caja y oxigenar al fisco.
También hay que decirles a los todavía gobernantes que puede haber deuda odiosa, aun siendo contraída por un gobierno surgido de elecciones legítimas, pero que mal administra los nuevos préstamos. Visto así, la deuda externa prácticamente se convertirá en deuda eterna.