Más razones y menos golpes

Desde entonces, no hemos vuelto a tener un debate como ese, pero ya llegó el momento de organizar uno. Uno donde hable la razón y no los golpes, para cambiar de verdad la historia

  • 22 de noviembre de 2024 a las 00:00
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Aquel 28 de septiembre, a las 8:00 de la noche, la mayoría de la población sintonizó sus aparatos de radio y televisión con una mezcla de curiosidad e interés. No eran tiempos de internet, pero la prensa escrita y audiovisual divulgaron el acontecimiento de tal manera que el inevitable “boca a boca” hizo el resto y todo mundo hablaba de ello. Era 1993 y estábamos a dos meses de las elecciones generales.

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Ese año la campaña política había sido particularmente confrontativa. La propaganda que cada partido había publicitado para aupar a los candidatos del bipartidismo tradicional desenterró viejas rencillas, arropándolas con mensajes de intolerancia y ataques personales que crisparon a sus destinatarios y simpatizantes. El Partido Nacional había gobernado casi cuatro años, ejecutando un programa de “ajuste económico” que además se propuso desmantelar todo asomo de estatismo heredado de los años setenta y ochenta del siglo XX. Su candidato (el diputado Oswaldo Ramos, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras) había ocupado la presidencia de la Corte Suprema de Justicia y era el aspirante para suceder al presidente Rafael Callejas, con el voto obtenido en las primeras elecciones primarias de su partido. El contendor al oficialismo (el embajador Carlos Roberto Reina) acudía a aquellas elecciones generales coronando una larga carrera política de cuatro décadas en el Partido Liberal, en la que sumaba su reciente triunfo interno y su destacada gestión como agente en la Corte Internacional de Justicia (La Haya). Pero no eran los únicos candidatos.

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Los minoritarios y más jóvenes Partido Innovación y Unidad (Pinu) y Demócrata Cristiano (DC) competían por cuarta y tercera vez, respectivamente, para la presidencia, llevando como aspirantes a Olban Valladares y Marco Orlando Iriarte, ambos reconocidos y talentosos dirigentes de sus organizaciones políticas, pero sin posibilidades de triunfo, de acuerdo con las encuestas. Se sabía que de las cuatro candidaturas serían las de Reina Idiáquez y Ramos Soto, representantes de los partidos con el mayor caudal electoral, las que disputarían finalmente la presidencia. A menos que algo excepcional ocurriera aquel 28 de septiembre.

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Anunciado como “gran debate presidencial”, el evento sería transmitido por radio y televisión, prometiendo “cambiar la historia de Honduras y perfeccionar su democracia”.

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Los aspirantes presidenciales tendrían la oportunidad de contrastar “sus planes para solucionar los problemas que aquejaban a la población” y “presentar sus estrategias para alcanzar el desarrollo del país”. Mucho se ha escrito ya sobre quién se desempeñó mejor aquella noche en el Teatro Manuel Bonilla (la opinión pública se inclinó por Valladares), pero sería Carlos Reina quien haría historia en aquellas elecciones.

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Desde entonces, no hemos vuelto a tener un debate como ese, pero ya llegó el momento de organizar uno. Uno donde hable la razón y no los golpes, para cambiar de verdad la historia.

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