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Morazán y la educación

Pese a no contar con la oportunidad de acceder a un centro de estudios superiores durante su etapa formativa, como sí la tuvieron otros contemporáneos -Valle, Herrera, Lindo, Reyes-, su enseñanza formal se limitó a principios de Latín y Aritmética con maestros privados.

Así, fue un autodidacta, compensándolo con su preclara inteligencia y lecturas de pensadores franceses exponentes de la Ilustración y el Iluminismo, corrientes filosóficas, políticas, históricas del XVIII, “el siglo de las luces”, que cuestionaban el absolutismo monárquico, la estructura social parasitaria y el dogmatismo ideológico, reemplazado por la razón y el método científico.

También contribuyó la influencia que sobre él ejercieron Herrera y el sacerdote Francisco Antonio Márquez, adquiriendo gradualmente una cosmovisión y humanismo imbuidos en la modernidad, el progreso, la solidaridad, que plasmó en sus diversos escritos y en la praxis revolucionaria.

Una de sus prioridades esenciales fue impulsar la educación básica, popular, en su condición de síndico del Ayuntamiento de Tegucigalpa, ministro general en el gobierno de Herrera y presidente de la República Federal de Centro América.

Fungiendo como síndico solicita al Ayuntamiento tegucigalpense la creación de un plaza de maestro: “...la escuela que desgraciadamente no ha podido ponerse en práctica en esta ciudad, es un más interesante. No hay pueblo por pequeño y miserable que sea que no tenga un maestro para la educación de la juventud. ¿Y se podrá creer que la rica Tegucigalpa, llena de tantos vecinos patriotas, no la tenga? No puedo creer más que hay manos ocultas que fomentan la rusticidad de este pueblo... La medida más acertada en mi concepto para que tenga la escuela el éxito que se desea, es únicamente la que voy a proponer.

No faltan más que 180 pesos para completar el sueldo de 25 pesos del maestro... si no se adopta esta medida, no le queda otra a ese Ayuntamiento para dotar al maestro de escuela. Sin esta no habrá buenas costumbres, no habrá igualdad ni en las personas ni en los intereses ni en los bienes y estamos expuestos a que caiga sobre nosotros un yugo que no lo podamos sacudir jamas” (“El pensamiento de Francisco Morazán”, por Adalberto Santana, pp. 73-74).

En el oficio dirigió el 28 de agosto de 1825 al Jefe Político de Tegucigalpa, escribió Morazán: “Al fomentar la instrucción pública y remover todos los obstáculos que la retardan, es el mejor modo de proteger la libertad, y el único que puede servir de garantía a nuestro gobierno. Es colocar la presente generación a nivel con su siglo, y unirla al mundo ilustrado por medio de las ideas y pensamientos.

Es la empresa más digna del celo y de la perseverancia de los verdaderos patriotas, es el modo de disponer a los pueblos a las reformas que la oportunidad hace saludable, es en fin, uno de los grandes objetos que llaman la atención del Gobierno” (“Francisco Morazán. Obras. Vol. I: La organización del Estado de Honduras”, p. 143).Estando en Guatemala en actividades comerciales, conoció a Valle y compra cartillas para la educación de la juventud, las que remitió a Honduras en 1825.

Ya como presidente federal, respondiendo al presidente del Congreso en la toma de posesión del Poder Ejecutivo, dijo entre otros conceptos que revelan su perfil como estadista: “La instrucción pública, que proporciona las luces, destruye los errores y prepara el triunfo de la razón y la libertad, nada omitiré para que se propague bajo los principios que la ley establezca. Por desgracia, hasta ahora mucha parte de la juventud se ve entregada en manos de la ignorancia y de la superstición.

Los funestos vicios del sistema colonial se transmiten entre nosotros de padres a hijos...” (Santana, pp. 89-90).Sin duda, Morazán fue poseedor de una multifacética personalidad, cada una de las cuales merece exhaustivas investigaciones y difusiones.