Tras el incendio de las culpas, quedó el humo de los reproches: la presidenta Xiomara Castro ha condenado el “error deplorable” de su cuñado Carlos Zelaya por reunirse en 2013 con narcotraficantes para negociar sobornos para la campaña del ahora oficialista Partido Libertad y Refundación (Libre) y se pomponeó el pecho con la antigua victimización, anunciando que se está gestando un golpe de Estado en su contra.
Los tardíos lamentos de la mandataria llegan días después de la divulgación del narcovideo que arrasó con la “moral” de la izquierda electoral, arrinconada bajo las banderas de un socialismo de sobornos en nombre del comandante.
El narcovideo, difundido la semana pasada por la Organización No Gubernamental (ONG) estadounidense InSight Crime, menciona también a la hoy presidenta de Honduras, a su esposo y asesor Manuel Zelaya, quien además es coordinador general del Partido Libre, que se arremolina en un vendaval de acusaciones y repelen con cinismo ridículo y con discursos tempestuosos: “Necesitamos repeler ese golpe de Estado que está fraguando y planeando la derecha y aquellos mismos que dieron el golpe de Estado de 2009”.
Es decir que la cantaleta de 12 años de narcodictadura ya pasó al olvido, y se nos viene la nueva versión en segunda temporada de un “golpe”. Así se continuarán el resto de su administración, tirando a la basura del olvido ese ideal de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que hoy se enfrenta a una amenaza insidiosa que socava sus fundamentos: la financiación con dineros sucios.
No es solo un problema ético, sino que es un tiro de gracia para la integridad y la eficacia de las instituciones democráticas.
Cuando los dineros sucios, corrupción y narcosobornos obtenidos a través de la sangre de miles de víctimas de la droga y la miseria fluyen hacia las campañas o los bolsillos los mandaderos de los electos, se desfigura la representación democrática. Los políticos, en lugar de servir al interés general, se vuelven conserjes del crimen, sicarios de la política que responden a los intereses de quienes les financian.
Este tipo de inversión desestabiliza el ya enclenque entramado sistema democrático. Los ciudadanos, al percibir que sus líderes están influenciados por el poder del dinero más que por el bienestar colectivo, los castigan con el implacable voto o se alejan de la participación política. Además, los candidatos que reciben financiación ilícita tienen una ventaja injusta sobre aquellos que se adhieren a las normas legales y éticas. Esto puede resultar en un campo de juego desequilibrado donde el triunfo electoral depende más del poder económico que de las propuestas y el mérito, y a veces pueden más los fantasmas como chantaje.
Presidenta Castro, no busque fantasmitas, no hay ningún golpe, lo que hay es descontento social, hay protesta, antorchas, críticas y reclamos; ustedes mismos han dado cátedra de oposición y marchas contra gobiernos coludidos con el narcotráfico; pues esta manifestación que crece es el espejo de Libre, es el poder de las calles, la trinchera de una lucha por adecentar la política que hoy ustedes representan, cubiertos en impunidad, rodeados de militares y serviles que acusan desde una tribuna, declarando al pueblo de enemigo.
Libre debe volver a sus orígenes, luchar con el pueblo, unirse contra los corruptos y narcotraficantes que hacen de este país un paraíso divino, sin extradición y con evidencia donde se reparten los principios de la libertad y democracia.
Agiten sus banderas contra toda dictadura. No se dejen confundir, que entre política e ideología hay distancias tan grandes que solo se miden a través de un compromiso colectivo con la integridad y la transparencia.
No busque fantasmas, busque culpables, que esos rondan detrás de su discurso.