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El antiguo Hospital Escuela es el principal centro de asistencia hospitalaria pública. Hace más de medio siglo se construyó el único hospital de Honduras en el que se cuenta con servicio de emergencia en todas las especialidades en adultez e infancia, con cobertura las 24 horas del día y 365 días al año.

Inicia como Materno Infantil erigido durante las administraciones de Ramón Villeda Morales y Oswaldo López Arellano entre 1958 y 1967, que se inauguró más tarde en el año 1969 como Hospital Materno Infantil y atendió únicamente a la niñez. En 1970, se inaugura la planta de ginecología y obstetricia que pasa a llamarse Hospital Materno-Infantil.

En 1972, el Banco Internacional del Desarrollo aportó los fondos para su edificación, la cual inicia en 1973, así se comienza la del Hospital Escuela en Tegucigalpa y es inaugurado en 1978. Desde entonces no se volvió a levantar un hospital de especialidades médicas.

Hoy, el gobierno de Castro tiene avances significativos en proceso de construcción del Hospital de Santa Rosa de Copán, que incluyen otros como el de La Paz, Comayagua, San Francisco de Juticalpa, Santa Bárbara, Salamá, Olancho, Ocotepeque, Tocoa, Colón, Choluteca y el Hospital Escuela, que tendrá un centro neonatal, además de erigir el hospital de Roatán. Todo un desafío que dejará a Honduras como un sistema de salud fortalecido y robusto nunca antes visto hasta el momento.

La construcción de estos hospitales en áreas rurales y urbanas garantiza que todos tengan acceso a servicios médicos de calidad. Esto es vital en países como este, donde la brecha entre la atención en ciudades y en zonas remotas es abismal, teniendo en cuenta que muchas personas no pueden acceder a la sanidad pública y gratuita de calidad y humana.

Además, son la primera línea de defensa en situaciones de urgencia como pandemias, desastres naturales, brotes de enfermedades y la violencia desencadenada que manda sus víctimas a la desgracia. Por estas razones, su infraestructura y personal capacitado son esenciales para enfrentar crisis de salud. Por lo tanto, el alza de hospitales modernos y bien equipados aumenta la capacidad de respuesta ante el acontecimiento. Esto incluye áreas de cuidados intensivos, unidades de aislamiento y sistemas de ventilación avanzados. También crea empleos en diversas áreas, esto estimula la economía local y mejora la calidad de vida de los habitantes, atraen inversiones y fomentan el desarrollo de infraestructura adicional. A su vez, son centros de investigación y formación médica. Allí, los profesionales de la salud se forman, investigan y aplican nuevas técnicas y tratamientos que contribuyen al avance científico y al desarrollo de mejores prácticas médicas.

En definitiva, los hospitales no solo son una necesidad, sino también una inversión en el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Es hora de unir esfuerzos para garantizar que todos tengan acceso a una atención médica de calidad y que nuestros hospitales sean pilares sólidos por una salud que brinde óptimas atenciones a los sin voz, aquellos que les es difícil acceder a este tipo de establecimientos que suelen ser públicos, pero que les es difícil poder ser admitidos, ya que no cuentan con los recursos suficientes. Así como dice Eduardo Galeano en su poema “Los nadie”: los hijos de nadie, / los dueños de nada.

Sin embargo, más allá del aplauso y júbilo por estas noticias de la señora Castro, es vital también que a la par de estas construcciones se edifiquen políticas públicas contra la corrupción, que, en las últimas décadas, ha crecido en el sistema de la salud. Esto amenaza el progreso sanitario al limitar el acceso a los servicios, la efectividad de los programas de salud pública y debilitar la equidad, calidad y responsabilidad del sistema. En Honduras, la corrupción en este sector se ha convertido en una “pandemia ignorada” que hace metástasis en propagación del cáncer de la impunidad en niveles de cuidados intensivos.

Combatir la corruptela en el sector de la salud es esencial, si no todos los hospitales que se pretenden hacer no serán más que un amasijo de chatarra oxidada, como los que dejó aquella pandilla solitaria de ladrones.