En la historia económica universal figuran una serie de bienes muy comercializados en grandes extensiones del planeta. Para épocas ancestrales hablaríamos de pieles, herramientas, alimentos y algunos metales básicos. Ciertamente, en el modo de producción de la comunidad primitiva el comercio era escaso por haber precariedad en el desarrollo de las fuerzas productivas que prácticamente solo posibilitaban la subsistencia de las personas.
Mientras el capitalismo es el modo de producción más joven, con cambios más veloces en la línea del tiempo. La comunidad primitiva es el sistema por el que mayor cantidad de tiempo ha transitado la humanidad. Algo equivalente, ocurre con las famosas “edades” de la historia escrita, que comienzan con la finalización del extenso período neolítico. La edad antigua comprende unos 4,500 años, la Edad Media un poco más de un milenio; la Edad Moderna casi 300 años y, nuestra Edad Contemporánea apenas lleva unos 235 años. En cierto sentido, somos más antiguos que contemporáneos. Hasta la propia tecnología de punta, avanza inercialmente.
¿A qué viene toda esta explicación en términos de comercio de bienes? Precisamente, para tratar de entender en un vertiginoso resumen que en nuestra época se le da una gran importancia a la producción y comercio de ciertos bienes representativos aunque lógicamente, a lo largo de los siglos se fue incrementando velozmente la producción de cientos de miles de bienes y servicios. La complejidad de la economía global es sencillamente gigantesca.
Entre esos bienes representativos o claves, podemos considerar los metales como el oro, insumos tan estratégicos y todavía muy disputados como el petróleo. Otros bienes, que son menos complejos pero siempre importantes como el café y el azúcar. Todos ellos y otros tantos miles de bienes, son objeto de cotizaciones diarias y al segundo, conformando millones de transacciones en las bolsas de valores. En el caso particular de Honduras, producimos y comerciamos intensamente con café, oro y azúcar. El petróleo sigue marcando significativa parte de nuestra economía, siendo el mayor rubro en las importaciones. Los precios internacionales de estos bienes y tantos otros, marcan el ritmo de economía abierta y aún pequeña.
En esa línea de visualización, apreciamos que los precios del barril de petróleo crudo han vuelto a descender a unos US$73, aunque esa tendencia continúa sin reflejarse en los precios internos. Los precios del café y el oro, andan muy bien. En US$ 230 el quintal y US$2,500 la onza, respectivamente. Por el contrario, el azúcar se ha estancado en US$18 el quintal. Como telón de fondo, aparecen los índices de las bolsas de valores principalmente el índice Dow Jones que toma el pulso accionario a 31 gigantescas corporaciones estadounidenses en las ramas de ventas al detalle, compañías áreas, corporaciones de salud, tecnológicas, maquinaria, banca y alimentos.
Hasta hace unos días, el Dow Jones había logrado la cifra récord de 40,000 puntos aprovechando el fortalecimiento de la demanda de los consumidores y el sostenimiento de tasas de interés relativamente altas, alineadas con la dinámica en la generación de empleos.
No obstante, al reportarse una contracción en el nivel de ocupación, se ha inducido una caída brutal en esos índices bursátiles, tanto en EE UU como en las principales bolsas asiáticas. Se repite la historia. Al “inflarse” la burbuja en la bolsa, se asoma también el riesgo de una nueva recesión, lo que seguramente hará que la Reserva Federal intente reanimar la economía con mayores reducciones de tasas de interés