Defino como plumíferos a todos aquellos que se dedican a escribir o justificar vilmente discursos oficiales. En los tiempos de Carías Andino, hubo un personaje a quien le apodaban “Pico de oro”, que cumplía la misma función: adornar con sus discursos el oprobioso estilo de gobierno de don Tiburcio.
En el actual gobierno de Xiomara Castro he notado la total ausencia de pensamiento crítico de muchos escritores e intelectuales (analistas por lo menos) que durante los 12 años de narcodictadura tuvieron una voz limpia, honesta y comprometida.
Estuvieron a la altura escribiendo profundas reflexiones sobre lo que estaba sucediendo, se tomaron el foro público realizando sendas denuncias, acompañaron las luchas del pueblo como militantes de la palabra y el pensamiento, ganando así el respeto de todos aquellos sectores que enfrentaban a un régimen donde campeaba la ley del espanto y la arbitrariedad absoluta.
Al instalarse el nuevo gobierno, muchos de estos escritores fueron hábilmente incorporados al gobierno, otros quedaron fuera, quizá en espera de una oportunidad; por la razón que sea, casi todos (debo salvar a por lo menos dos) han guardado silencio ante situaciones que han puesto en descrédito los postulados políticos e ideológicos que el partido de gobierno sustentó en los 12 años de oposición.
Tanto en política económica, en el diseño de las políticas para combatir la corrupción, en materia de derechos humanos, en políticas de empleo, en la eficiencia de los sistemas de salud y educación, para señalar algunos casos, hay cosas que no están funcionando y quienes tienen la capacidad de decir algo desde adentro del gobierno o desde afuera, guardan silencio o lo que es peor, justifican lo que no se puede justificar; a todo esto, sumemos algo que ya nos llena de vergüenza, me refiero a la continuidad de la política de privilegios que juraron erradicar y que ahora sigue profundizando las desigualdades sociales entre los gobernantes y los gobernados, en otras palabra, el gobierno “revolucionario” de Libre reproduce, en muchos casos, los códigos morales y políticos del régimen anterior y los intelectuales hondureños no dicen nada, callan por una chamba o callan por esperarla.
No se dan cuenta estos escritores, estos pensadores, que jamás debieron perder su filo crítico, porque en momentos como estos es cuando más ocupamos de la luz de sus ideas y de la valentía de sus palabras; todos queremos que este gobierno avance por una buena ruta, pero escondiendo su voz para agradar al oído del gobierno, impedirán que este perciba sus errores y, sobre todo, anularán toda posibilidad de que el pueblo exija con seriedad y contundencia aquellas promesas que se desvanecen en la demagogia barata.
Admito que hay cosas que se han hecho bien, tampoco quiero ser injusto, pero un escritor, un intelectual debe pararse siempre en el filo de su palabra para sentir la herida de un pueblo que sufre, de lo contrario será recordado como un plumífero más, es decir, como un servil consejero en oídos de sordos.
En un país desbordado históricamente por la ignominia, es un crimen guardar silencio; cuando la palabra se retuerce para adornar la desfachatez, nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de llamarse escritor porque la palabra debe sangrar para que germine la esperanza.