Columnistas

Prócer de la música

Cruzó medio planeta para enriquecer su vida. Nació en 1868 en Schlotheim, centro de Alemania, y sus padres lo bautizaron Karl (varón) Wilheim (Guillermo), siendo ellos Georg Friedrich Härtling y Henriette Wilhelmine también Härtling. Producían cuerdas, cordeles y sogas. Aprendió violín con su familia o en la escuela pues inició estudios de música en los conservatorios de Múnich y Leipzig, siendo probable que integrara la banda del 71° Regimiento de Infantería. Quizás estuvo en África y dirigió allí una banda de la marina de guerra. Veintiocho años después tales maestría y experiencia le sirvieron para organizar en Honduras la Banda de los Altos Poderes (hoy Supremos Poderes), de jurisdicción presidencial.

El personaje aludido -Carlos Härtling, compositor del himno oficial de Honduras- ha sido estudiado por musicólogos de su época (Manuel de Adalid y Gamero, Rafael Coello Ramos, Carlota Membreño, Francisco Díaz Zelaya, otros) que alabaron o discreparon las calidades técnicas y de adaptación entre melodía y poema de Augusto C. Coello que hizo el maestro en la canción patriótica más importante de la comunidad. El mejor aporte moderno, empero, proviene de la pluma del abogado, gestor cultural y pianista Jubal Valerio, quien en 1994 publicó el interesante y documentado opúsculo “Historia de tres ciudades. Ensayo biográfico sobre Carlos Härtling, autor de la música del Himno Nacional”.

A fines del siglo XIX la efervescencia ideológica generada por el liberalismo, fuertemente imbuido con ideas de nacionalismo, soberanía y nacencia del capitalismo americano, cuya mejor propuesta local fue el plan de reforma de Marco Aurelio Soto, imaginó un panteón de próceres en donde se rindiera loores a Morazán, Valle y Cabañas, para los que obviamente debía dedicarse cantos cívicos que educaran a la población sobre su herencia política. Ciertos países contaban ya con su propio cántico laudatorio pero Honduras carecía de himno nacional, por lo que el presidente Policarpo Bonilla instruyó para contratar en Europa a un músico que enseñara su arte en escuelas militares y que organizara una banda que acompañara los actos oficiales de gobierno. Es así como Härtling arriba a Tegucigalpa en septiembre de 1896, presentando en pocos días su primera velada lírica, donde le acompaña la joven pianista Guadalupe Ferrari Guardiola (hija del expresidente Santos Guardiola) con quien se casa no mucho después.

En 1903 el gobierno le encarga musicalizar el poema “Canto a la Bandera” de Augusto C. Coello, pero como el texto no había sido concebido para ese arte aportó dificultades. Al fin parió la obra si bien con disímiles críticas: que forzaba lo literario, que copiaba de melodías ajenas, que era marcha alemana. En 1915 el gobierno de Alberto Membreño decretó que en delante ese sería el canto oficial patrio.

Cuando la guerra mundial de 1914-1918 la presión norteamericana para aislar a los ciudadanos alemanes condujo a que Härtling dejara la banda de los Altos Poderes y se dedicara a la agricultura. Luego partió en 1919 a Santa Tecla, en El Salvador, donde dirigió con éxito la Banda del 6° Regimiento hasta que el 13 de agosto de 1920 la parca, vestida de fiebre amarilla, le robó la batuta... Honramos su memoria