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¿Qué le espera a la democracia hondureña en el 2024?

Honduras está cerrando el año 2023 sumida en un profundo deterioro democrático. Lo que más resalta es una sensación de libertinaje político, cualquier cosa se puede hacer porque no hay consecuencias; no hay responsables, no hay costos y, mucho menos, castigo.

Puede haber críticas y reclamos por parte de sectores de la población, e incluso las advertencias de los Estados Unidos de América, pero estas voces parecen insignificantes.

Sin embargo, no se trata de un problema de ingobernabilidad; de hecho, las cosas parecen estar funcionando muy bien para los que están en el poder. Esto me lleva a pensar que este libertinaje político se manifestará en el 2024 con mayor intensidad. ¿Por qué?

El inicio de la temporada de compra de votos. En el 2024, la maquinaria política-electoral empezará con el clientelismo. Después de las elecciones de segundo grado pendientes y la aprobación del presupuesto, el Congreso Nacional no tendrá mucho sentido de producir resultados. Veremos funcionarios y congresistas dedicados a activar sus estructuras y movilizar recursos, ya que en noviembre se convocan las elecciones primarias. No habrá reformas electorales y tampoco se hablará de cambiar el diseño institucional del Congreso para hacerlo más democrático.

En el 2024 se consolidará la guerra jurídica o Lawfare. En estos últimos días, hemos visto una antesala de cómo la justicia puede instrumentalizarse con una apariencia de legalidad para provocar el repudio popular contra oponentes políticos. Es muy probable que el fiscal general, elegido por la Comisión Permanente del Congreso Nacional, permanezca en su cargo después de enero. Posiblemente el Partido Nacional negocie una tregua para evitar que se sigan abriendo procesos criminales contra sus miembros. Sin embargo, esto no descartará que la justicia se utilice en contra de periodistas, medios de comunicación, activistas sociales y la empresa privada. En fin, el pueblo clama por justicia.

Los resortes democráticos se debilitarán aún más. Las elecciones no convierten a países como Honduras en democráticos; simplemente son una vía para que el autoritarismo se legitime. Una vez en el poder, los gobiernos debilitan a la oposición política en su afán de concentrar el poder. Pero también, la oposición se debilita por varias razones: se fracciona para sobrevivir, hay luchas de protagonismo y hace falta recursos. Lo mejor que ha hecho la oposición en el 2023 ha sido controlar al poder a través de los canales institucionales y participativos que garantiza la constitución; lo peor que le ha sucedido es no poder contrarrestar la narrativa de que solo el Partido Nacional representa la oposición.

Vivimos en tiempos que los conflictos políticos únicamente se resuelven a través de las elecciones; no hay mediadores creíbles o convocantes que se arriesguen. La tragedia es que las elecciones marca el comienzo de un nuevo ciclo de conflictos.