Rixi Ramona Moncada, figura destacada en la política hondureña, quien podría representar una alternativa viable en las próximas elecciones presidenciales, se encuentra en una posición compleja en su camino para llevar a buen término su candidatura presidencial.
Aunque posee un historial notable en la administración pública, la realidad política de Honduras presenta obstáculos que dificultan seriamente sus posibilidades de éxito en una contienda electoral a nivel nacional. La cuestión no es simplemente si tiene la capacidad para liderar, si puede o no superar las barreras estructurales y de percepción que enfrenta dentro del panorama político hondureño.
Moncada es, sin duda, una figura respetada en ciertos círculos, especialmente dentro del partido Libre, donde es una colaboradora cercana de Xiomara Castro y Manuel Zelaya. Su papel como ministra de Finanzas, como magistrada del Consejo Nacional Electoral, le han permitido construir una reputación de integridad y compromiso hacia sus valores y los de su partido. Sin embargo, estos atributos, aunque valiosos, no necesariamente se traducen en el tipo de apoyo popular necesario para ganar una elección presidencial.
Uno de los principales desafíos que enfrenta Moncada es la falta de carisma popular. A diferencia de otros líderes políticos que han sabido captar la atención y la lealtad de las masas, Moncada -a pesar de los considerables recursos de su campaña- carece del magnetismo necesario para movilizar a grandes sectores del electorado. En nuestro entorno, su perfil más tecnocrático y reservado podría ser una desventaja significativa.
Además, su estrecha asociación con Manuel Zelaya, una figura que sigue siendo polarizante en la política hondureña -sobre todo ahora con el escándalo de su hermano-, plantea otro obstáculo. Mientras que ese vínculo le garantiza un respaldo dentro del partido Libre, también la sitúa en una posición difícil para atraer a votantes fuera de esa base. En un país donde el electorado está cada vez más fragmentado, la capacidad de construir una coalición amplia y diversa es esencial.
Otro factor que juega en contra de sus posibilidades es la percepción de radicalismo que algunos sectores le atribuyen. Aunque es vista como una defensora consistente de los principios democráticos y de justicia social, para muchos, su alineación con el ala más izquierdista del partido Libre la convierte en una candidata que podría alienar a votantes moderados y centristas.
Por otro lado, la abrupta y penosa renuncia de José Manuel Zelaya Rosales, y el nombramiento de Moncada como la nueva ministra de Defensa, bien podría apuntar a un replanteamiento de esa candidatura o -ojalá no- la “militarización” de las urnas y sus votos.
Al final, Rixi Moncada, a pesar de que su integridad y experiencia la posicionan como una candidata que no debe ser subestimada, enfrenta una serie de desafíos que limitan seriamente sus posibilidades de ganar una elección presidencial. La falta de carisma, su asociación con figuras controvertidas, y la percepción de radicalismo son obstáculos que, en el panorama actual, parecen insuperables para una candidatura exitosa. O como ilustradamente lo dice doña Julieta Castellanos en su reciente y contundente análisis, donde escribe: “Libre, aunque no acepte, pierde electores”.