Los registros editoriales sitúan al maestro narrador Juan Rulfo como el autor mexicano más traducido y leído en el mundo, con elogios provenientes de las mejores firmas literarias de tres continentes. Su fallecimiento, el 7 de enero de 1986, dejó a la literatura hispanoamericana huérfana de un gran creador de cuentos y novelas -lo suyo más conocido- pero igual guiones para cinematografía, colecciones de hermosas y precisas fotografías, conferencias y un importante legado en antropología.
Editado por el maestro Víctor Jiménez, la Fundación Juan Rulfo acaba de publicar en México “Una mentira que dice la verdad”, en que se reproduce diecinueve textos del admirado autor en una interesante diversidad de materias: discursos académicos, entrevistas, programas radiales, prólogos y particularmente cartas, varias inéditas y hasta ahora descubiertas pues Rulfo no las depositó al correo.Sin obstáculo de más adelante profundizar en el contenido de este original tomo reproducimos ahora ciertos criterios del maestro Rulfo que parecieran ser expresados hoy.
En entrevista para Alejandro Avilés, en junio de 1969, Rulfo habla de una “mafia” que para entonces decide qué obras literarias son valiosas o no, que exalta a unos autores y demerita a otros. “A la literatura la leo pero vivo aislado de grupos y corrientes. Además, no se puede decir toda la verdad que uno sabe ni todas las mentiras que convienen”. De la novela “Paradiso”, del cubano Lezama Lima, dice que se la considera de vanguardia pero que en verdad “ha vuelto a la retórica que tanto mal causó a la literatura castellana”.
Pregunta Avilés: pero, ¿cómo opera eso que algunos llaman mafia? Responde Rulfo: Se hace a manera de rumor a favor o en contra de un escritor. Se dictan simpatías y diferencias. Así hemos venido a caer en una literatura ‘de tiempito’, no literatura del tiempo, que es algo respetable. Literatura de tiempito, de una sola estación, de un solo verano. A un escritor joven se le hace mucho rebumbio y mañana se le desplaza por otro. La literatura de los jóvenes se ha vuelto contra los jóvenes. Es una literatura revolvente, de volantín, que cambia de sitio a cada momento.
Avilés: ¿Cómo ha sido posible eso? Rulfo: No sé. Lo cierto es que hemos caído en la novelería. Lo que es bueno ahora será malo mañana. Se dictan preceptos vagos acerca de lo que está en onda y de lo que está fuera de onda. Un ejemplo fue la manía de eliminar como válido todo lo que tuviera solemnidad. Todo tenía que ser broma, guasa, chiste. Entonces muchos tenían que escribir en broma a fuerzas, para que se les tomara en cuenta.
Y, por reacción, vino otra vez lo retórico, lo verbalista. Llegó a pensarse que era bueno todo aquello que era difícil de leer. Mientras más confuso, mejor calidad.Avilés: ¿Pero de veras no ha habido crítica que enfrente a todo esto? Rulfo: Ah, la crítica -comenta con un gesto despectivo. La crítica ha seguido el vaivén, y así se cayó en una confusión total. Y esto no sólo en México sino en toda Latinoamérica.
Hay muchas gentes incultas, sin preocupaciones por aprender, que nos han resultado escritores. Hay jóvenes casi analfabetas a quienes se da el título de escritores. Para ello les basta ser pornógrafos, provocadores del escándalo.