Columnistas

¡Sapere aude!

Honduras es un país joven, al menos demográficamente. En términos puramente legales, un país que celebra este año doscientos años de independencia es más antiguo que muchas repúblicas europeas. La República Federal de Alemania, por ejemplo, sólo existe en su forma legal actual desde 1949, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, pero demográficamente es un país mucho más viejo que Honduras. La población promedio en Honduras tiene 25 años, está creciendo y se pronostica que superará la marca de 11 millones en esta década. Pero ¿qué significa eso?

Esto es tanto una maldición como una bendición. Una población joven puede ser una ventaja porque abunda lo que en algunos países industrializados más antiguos, como Japón, hoy se está perdiendo: jóvenes que comienzan la vida llenos de energía. Si en Honduras no hay perspectivas para esa generación de jóvenes que quieren trabajar, esta oportunidad se convierte en una carga. Los jóvenes enfrentan problemas como la desintegración familiar, la educación pública con necesidades de inversión y un mercado laboral difícil. Luego está la frustración, la migración, la delincuencia y otras trágicas consecuencias.

Entonces, ¿qué necesita Honduras? Un renacimiento de la Ilustración sería favorable: como lo fue en el siglo XVIII que dio forma a la entonces emergente Europa y a los recién fundados Estados Unidos, también se encontró en América Latina. Líderes del independentismo como Francisco Morazán o Simón Bolívar se inspiraron en el ideal de un proceso de emancipación intelectual individual y social encaminando en ese momento a países enteros por nuevos futuros. El lema de la Ilustración del latín “¡Sapere aude!” lo lleva al grano. Según la interpretación del filósofo alemán Immanuel Kant, esto se traduce como: “¡Ten el coraje de usar tu propio entendimiento!”. En la educación, en casa, la escuela o incluso en la universidad, para adquirir las habilidades de un pensamiento ilustrado y ético.

La buena educación, en este entendimiento, es la base del progreso. Los buenos ingenieros construyen casas y carreteras seguras, los buenos médicos salvan vidas y los buenos empresarios crean empleos sostenibles y piensan en las generaciones futuras. Pero es crucial que la educación no sea una cuestión de clase social. Ya sea pobre o rico, el esfuerzo por aprender algo nuevo todos los días, por desarrollar una habilidad y pensar de manera independiente, con suerte, convertirá a la microempresaria que lucha y trabaja en la esquina de la calle en una mujer de negocios exitosa en algún momento.

El potencial que tiene Honduras para un uso agrícola más eficiente, para un turismo sostenible y como un lugar de producción y servicios está lejos de agotarse. Sí, la realidad a veces puede estar lejos de tales visiones, por ejemplo, cuando se mira la destrucción después de los huracanes del año pasado, pero estoy convencido de que siempre cuando la noche está en su punto más oscuro ya ha pasado más de la mitad y comienza a estar más iluminado: la luz está a la vista. Depende de que Honduras se levante y reflexione sobre sus propios ideales originales para mirar hacia la luz. El camino que nos espera a todos no es fácil, pero ayuda y es absolutamente necesario ver una pequeña chispa de luz para luego salir de la oscuridad en el camino hacia la Ilustración.