Columnistas

Señor, te encargamos a Guillermo

Tras el ingreso de emergencia a un hospital de La Ceiba, Atlántida, del cantautor hondureño Guillermo Anderson nos dimos cuenta a través de diversos medios sociales del gigantesco afecto que nacionales y extranjeros le profesaban al valioso artista, estandarte de la cultura hondureña, cuya alma quedó a cargo del Creador del Universo.

Guillermo Anderson nos puso en alto por todos los confines. De gratis vendió nuestro turismo, subido en lanchas, en cerros, sumergido en ríos. Virtuoso de nuestra idiosincrasia. En sus brillantes obras nos hizo conocer rincones autóctonos. Nos mostró la fortaleza que poseemos en los campos, la belleza de las playas, comidas y bebidas típicas.

Para él no existió jamás el odio tóxico desatado por perversos (as) que ven en nuestra nación solo teatros de desaliento, aprieto y pelotera. En ninguna de sus coplas habló de política ni criticó a sus actores. Fue un talentoso que nomás nos desnudó como un pueblo repleto de esperanza, de servicio, de solidaridad. Así fue Guillermo.

El Congreso Nacional aprobó una módica pensión para Anderson. La acción piadosa poco sirvió pues su vida se esfumó en días pese a las oraciones de miles de compatriotas y extranjeros a quienes su música nos penetró en lo más profundo del corazón. Gracias porque fuiste inédito, un quieto fortín.

Su mal tiempo de salud nos orilló a meditar que era un hombre apasionado en promover nuestra biosfera. Nos encargó que jamás olvidemos el loroco, el chipilín, las montucas, la cuajada, el plátano, las pacayas. ¡Enorme embajador cultural! Nos generó millones en turismo sin ser un rabioso burócrata. Fuiste un ladrón de aplausos al cantar.

Recibió muestras de apoyo, numerosos parabienes. Sus éxitos sonarán más ahora que nos dejó una huella imborrable por toda la patria. Siempre será un catálogo de calor. Sus coros nos animan tras su partida sin retorno. Gracias por amar las razas, la naturaleza.

“El buen postre debe ser vivir en paz, con amor y esperanza, nadie se ande con papadas”. Encargamos tu espíritu al Señor. Te mereces un alboroto de gratitud y de amor.

*Periodista