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Casi nadie considera científico a la persona que piensa a partir de la imaginación y construye una historia que la convierta en realidad, o a la persona que genera alternativas de solución a un problema a través de la experiencia adquirida en el correr de los años. La mente es el útero del pensamiento, que se fecunda con el esperma de la imaginación, que nace a los segundos, horas, semanas o años después que se lleva a cabo la fecundación.

A partir de esta analogía, diremos que el pensamiento es una cosa que existe en la imaginación antes de que se convierta en real. Todos los científicos que destacan a nivel internacional por haber descubierto algún producto, o haber creado un equipo tecnológico, que contribuyen al bienestar de la sociedad, lo primero que hicieron fue imaginarse lo que podrían alcanzar al descubrir eso, luego pensaron cómo podrían llevar a cabo el proceso de creación de ese producto o tecnología.

Es así pues, que ser científico no solo es pasarse horas y horas encerrado en un laboratorio, realizando pruebas de un determinado producto para después colocarlo en un anaquel de farmacia y poder salvar una vida humana, también ser científico es generar alternativas de solución a un problema determinado de la sociedad creadas a partir de la imaginación o partir de la reingeniería (lógica) de un producto “X”, que ya ha sido colocado en el mercado y que no ha resultado de utilidad para la sociedad, por no ser eficiente o de bajo costo y de fácil manipulación.

La frase de Agostinho de Hipona “la memoria es el estómago de la mente”, es sin duda alguna una realidad, es en la memoria de un individuo, donde se almacenan todas las ideas de proyectos empresariales, de investigación, turismo, experiencias de vida, mismos que pueden permanecer en latencia durante días, semanas, años o décadas antes de llevarlos a cabo.

La analogía entre el estómago y la mente nos permite saltar de aquello que sabemos sobre el estómago para lo que no sabemos acerca de la mente, y es así precisamente lo que ocurre con la investigación, gracias a las analogías es que el conocimiento avanza, porque se parte de algo que ya se conoce para algo que es desconocido.

La mente es un procesador de informaciones, las informaciones son objetos exteriores, extraños de la mente. La mente de un individuo transforma esa información en objeto interior, y partir de esa información transformada, piensa, convirtiendo el pensamiento extraño en pensamiento comprendido.

Hay muchos tipos de mente-estómago, pues dependerá del tipo de mente-estómago que tenga el científico para procesar la variedad o el tipo de información que lleguen a su estómago, ya que algunos son especializados y no pueden digerir varios tipos de alimentación (conocimiento empírico, religioso, filosófico). La ciencia es uno de nuestros estómagos posibles, pero no es nuestro estómago original. Es un estómago producido históricamente, a través de una disciplina dietética única.

Es por eso que dependiendo del tipo de estómago que tenga desarrollado el científico dependerá el tipo de alimento que pueda asimilar en su estómago. La ciencia, al igual que las vacas, tiene un estómago especializado que sólo es capaz de digerir un tipo de alimento, si se le ofreciera alimentos inadecuados, los rechazará y dirá: no es alimento, eso no es científico.

Lo mismo pasa con el científico que tiene una especialización específica, si se le ofrece alimento a través del conocimiento popular, dirá, esto no es alimento para mi estómago, está diciendo que esto no lo puede digerir su estómago. Entonces, cuando la ciencia dice “esto no es científico”, debemos tener en cuenta que, para otros estómagos, eso es comida y buena comida.