Tres declaraciones de compatriotas que recién se han sumado a otra caravana que para esta fecha pueden ya estar en territorio mexicano -si se les ha permito el ingreso por las autoridades policiales y migratorias de ese país-, nuevamente revelan las causales que motivan a más mujeres y hombres a dejar atrás hogares, amistades, patria, obligados por circunstancias que escapan a su control, pero que son harto conocidas por ellas y ellos. “Me duele dejar mi país, pero me voy porque hemos recibido amenazas y tememos por la vida de los niños. Solo espero que este sacrificio valga la pena y podamos llegar a Estados Unidos para empezar una nueva vida” (Reina, se omitió su apellido).
“Todo esta empeorando y no se ve que la cosa vaya a mejorar. Entonces solo queda irse” (Heynar Maldonado, electricista, 25 años). “La falta de empleo es la necesidad más grande para irme y el anhelo de un futuro mejor” (Leticia Alvarado). “Primeros días del año ya dejan más de 400 retornados”. (“Empujados por la necesidad salen en caravana hacia EUA”, La Prensa, 7 de enero de 2025, p. 10).
¿Lograrán ingresar a suelo estadounidense, cuando ya estará vigente la orden de masivas deportaciones de indocumentados, ordenada por el presidente Trump? Eso, si no les sucede algún percance en su largo trayecto que incida en su integridad física, sea por mutilación, secuestro, muerte. El recorrido es cada vez más peligroso por la presencia de carteles de narcotraficantes que se lucran no solo con estupefacientes, también con detenciones ilegales a cambio del pago de rescate por las familias de los retenidos contra su voluntad.
Es evidente que el sistema social y económico hondureño les ha fallado y, literalmente, se sienten atrapados sin salida. Se expulsa a miles de compatriotas desde aquí, desde su país de origen, con lo que perdemos el capital humano más valioso con que cuenta cualquier nación. Pueblos del interior, como los descritos por Rulfo, en su cuentística, en que solamente permanecen ancianos y menores de edad, al haberse marchado los adultos hacia centros urbanos o el exterior. Y, pese a todo, no reniegan de su tierra natal, la quieren, añoran e idealizan desde otras latitudes, en las que deben aprender a insertarse y ganarse el cotidiano pan mediante diversas estrategias de supervivencia, lingüísticas, laborales, existenciales. Con su trabajo, estos anónimos héroes cargan sobre sus espaldas la economía nacional, con el envío de remesas a sus seres queridos.
¿Qué sucederá cuando esta vital fuente de ingresos se reduzca cuantitativamente? No podemos indefinidamente, estar dependiendo de tales dineros de manera indefinida, que lucran a intermediarios financieros, allá y aquí. Ahora con la potencial amenaza de ser gravadas con impuesto para castigar cualquier intento de soberanía y nacionalismo por parte de nuestro gobierno.
Contamos con aportes literarios escritos por compatriotas respecto a sus experiencias vividas, también de aportes de cientistas sociales, particularmente de investigaciones demográficas a cargo del magíster Manuel Flores y el sociólogo Ricardo Puerta, pero aún hace falta más estudios de campo, aquí y en el extranjero, para llegar a tener una visión más detallada de la odisea experimentada por quienes, al no tener opciones, no les queda más que emprender la partida, temporal o definitiva, pero siempre angustiante y dramática.