El sorpresivo resultado electoral le muestra al mundo la conciencia política de una nación dividida que ha rechazado el continuismo político demócrata en la Casa Blanca y ha tomado como suya la visión de un individuo, quien ha vendido la imagen de los Estados Unidos de América como un estado fallido.
Además, nos ha dejado claro quiénes son los dueños de la nación: son los ciudadanos blancos obreros con pobre educación, quienes influenciados por una retórica política populista hicieron presidente al magnate neoyorquino en contra de todas las encuestas, porque han creído que él les llenará los bolsillos con sus habilidades de negociante. Ese fallo de política pública en la era Obama, cuando el ciudadano blanco ahora en su mayoría es menos educado y más frágil a la manipulación de pensamiento, ha sido el castigo político para Hillary Clinton. Y sin duda, le dio la razón a Trump, acertando que USA está a un nivel educativo que no es del primer mundo. ¿Invertirá Trump en educación si quiere ser reelegido en 2020? No está en su plan de gobierno.
Aun cuando la secretaria de Estado ha sido muy cordial y firme en su petición para aceptar la inesperada derrota, la pesadilla para cientos de miles de protestantes – la mayoría milenarios educados - en hasta ahora más de 30 ciudades principales de la nación, quienes se niegan a aceptar como presidente a una persona con el carácter de Donald Trump y aborrecen sus políticas públicas ofrecidas en la campaña electoral, ha desatado una crisis política que puede escalar en un reto para revocar el resultado electoral en la Corte Suprema de Justicia, y peor aún, enfrentarse violentamente contra los defensores de Trump en las calles del país, como con el nefasto grupo racista Ku Klux Klan, que ha anunciado una respuesta nacional iniciando en Carolina del Norte esta semana.
Las probabilidades de que estas protestas detengan el juramento presidencial en enero del presidente electo Donald J. Trump son nulas; sin embargo, pueden influir inmensamente en el cambio de políticas públicas prometidas como inmigración, que es el bastión de la lucha cívica latina en USA.
El latino en USA que desea una reforma migratoria que mantenga las familias unidas debe aunarse a estas protestas, porque el Partido Republicano ha ganado el poder político en la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes. Tienen el poder para hacer realidad lo que la mayoría de los ciudadanos de origen latinoamericano deseamos. Pero, ¿qué latino debe marchar y demandarle a Trump esa unidad familiar? Debe ser el ciudadano estadounidense de origen o padres mexicanos, centroamericanos, sudamericanos e isleños que vota y alza con amor en su demanda la bandera estadounidense; no el indocumentado incongruente que en una marcha alza la bandera de México o El Salvador, mostrando la nefasta imagen del Che Guevara, ellos no serán escuchados por los representantes políticos de este país y bajo la presidencia de Trump serán buscados y deportados inmediatamente.
El respeto político del latino en USA se gana honrando la bandera de este país, nuestro país ahora, la cual es de franjas blancas por inocencia y rojas por valor, con estrellas reunidas en una esquina azul que venera la justicia en los 50 estados de la nación ilustrados como estrellas en el universo.
Amemos a los Estados Unidos de América, el país que nos ha cumplido los sueños, y mañana aseguremos que la democracia es nuestra, y protestemos porque tenemos el derecho de hacerlo hacia la injusticia que creemos es infringida. Ese es el poder que la constitución del país más poderoso del mundo nos brinda.