Un año más, un año menos

Hemos llegado al inicio del año que finalizará el primer cuarto del siglo XXI de la era común

  • 03 de enero de 2025 a las 00:00
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Hemos llegado al inicio del año que finalizará el primer cuarto del siglo XXI de la era común. A los primeros días de la mitad de su tercera década, al último calendario de su quinto lustro. He debido revisar la nomenclatura de nuestro recuento del tiempo para no perdernos en sus minucias (¿cuándo inició el siglo: en el año 2000 o en el 2001?), que hacen debatir bizantinamente a los más desprolijos. Consciente del paso del minutero que me acerca, sin piedad, a la hora en que debo remitir este texto a nuestra editora (por cierto, ¡feliz Año Nuevo a los colegas que publicamos en la sección de Opinión!), me preguntaba cómo sacar provecho al tres de enero, fecha en que esta colaboración será compartida con los caros lectores.

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El tres de enero corresponde a marzo, según las cabañuelas que “heredamos” de nuestros ancestros. El clima de enero y febrero pudimos experimentarlo antier y ayer, del mismo modo que mañana cuatro y pasado mañana cinco, “será” el de abril y mayo. Cuando acabe la cuenta el doce de enero
-diciembre- habrán concluido las “témporas”, a menos que usted haga la cuenta inversa del 13 al 24 de enero -para mayor precisión-, con el 13 representando diciembre, el 14 noviembre y siga usted sus cálculos hasta que concluya los doce meses. Sin base científica y mucha crítica racional de por medio, poco importa este detalle a muchas personas que conozco, que llevan con fidelidad cuentas y vaivenes del clima de cada día, para verificarlo luego en el mes que corresponda y “ratificar” sus observaciones, sin objeción alguna. No importa que estemos en el tercer milenio ya, con más de alguno planeando la exploración terrestre de Marte, persisten entre nosotros firmes evidencias que nos acercan más a nuestros ancestros del medioevo que a ese futurista sujeto de los relatos de ciencia ficción.

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Tempranamente me han llegado “pedidos maternos” del almanaque anaranjado (sí, del Bristol), para continuar con una tradición familiar que se asocia con el principio del año, así como consultas sobre la eventual disponibilidad de calendarios de una reconocida institución bancaria. Estas solicitudes no se distinguen de mi propia petición en la lavandería en seco (dry-cleaning), donde siempre me obsequian un par de calendarios de escritorio, que me sacan de apuros cuando no tengo a la mano el teléfono celular o la computadora. La invasión de estos aparatos hizo que muchas empresas y amigos ya no regalen agendas: cada vez es más frecuente encontrar pilas de estas publicaciones, acumulándose sin ser compradas, o que las sustituyan versiones que no cuentan con fecha impresa para que sea el usuario quien anote las vísperas.

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En refrigeradoras las sobras de cenas de fin de año se vuelven riesgos de intoxicación alimenticia, por un “recalentado” mal ejecutado que puede provocar un inicio de año más o menos “venturoso”. Quien no quiera empezar 2025 como monigote de año viejo, debe ser cuidadoso. Que este año sea uno más para las cuentas, no uno menos. Aunque almanaques y horóscopos afirmen lo contrario.

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