Columnistas

En el mes de la patria nos llevaron al pináculo para mostrarnos a nuestra amada Honduras, vestida de narco-Estado, adornada de corrupciones y encopetada de impunidad, empolvada con polvos blancos, ensangrentada, enterrando sus muertos, vendida a pedazos, y vacías las arcas de sus tesoros, este real escenario representa la herencia del gobierno de Juan Orlando Hernández, señalado como co-conspirador de narcotráfico por el sistema de Justicia de EE.UU.
Felizmente la ciudadanía hondureña tiene por delante la brillante y esperanzadora oportunidad que, con su voto derrotará la corrupción, la impunidad y al crimen organizado.
La victoria solamente se obtendrá acudiendo a las urnas y votar masivamente para superar las conspiraciones, trampas, fraudes, sobornos, compra de votos, extorsiones, ya planificados.
La población percibe de que la política, el Consejo Nacional Electoral y el Estado, no están en capacidad de asegurar las bases de la justicia social por lo que están en peligro los resultados de las elecciones y el sistema democrático.
Vivimos en Honduras, bajo un régimen autoritario basado en el sometimiento venenoso y absoluto de una sola autoridad, y su antídoto es la legalidad. Justamente porque la legalidad es el antídoto, la institucionalidad, como un todo, el sistema de justicia y el Estado de Derecho fueron destruidos, la justicia se volvió injusta y el sistema democrático encadenado.
La actual administración del Estado siguiendo intereses oscuros contrarios al Estado mismo y para la sociedad de Honduras nos han conducido a través de la permanente violación de nuestros irrenunciables derechos humanos a una hondura, cada vez más grande y profunda, que, con su nauseabunda impunidad y descarada corrupción, ha recetado al pueblo un altísimo desempleo, una insultante e insoportable y creciente pobreza, miseria, ignorancia, enfermedad y muerte.
A esta triste condición han acorralado al pueblo, pretendiendo también ignorar que todavía existe un valiente, inteligente y reflexivo pueblo, sin miedo y que con el fuego del amor propio, patrio, de la indignación y de la ira despertada por el sufrimiento provocado, perseverante, se resiste a claudicar, se inyecta valor y esfuerzo para defender la vida y la patria.
Honduras necesita urgentemente un cambio de gobierno y exige la participación de todos los buenos y honrados hondureños, sin distingos de su situación económica, académica, edad, y afiliación política; Honduras necesita de los buenos hondureños que compartamos el sentido de responsabilidad que tenemos como individuos ante la colectividad, y esta tarea recae en el estrato de población de edad madura y jóvenes con sólidos valores éticos, morales y cívicos, pilares fundamentales para establecer una institucionalidad funcional, legal y de confianza. Dios con nosotros. Queda planteado.