El deber ser sería que todos hiciéramos nuestro trabajo con la categoría y la determinación que merece cualquier ocupación, con la conciencia del esfuerzo, tal y como decía Alfonso Guillén Zelaya en Lo esencial: “Lo esencial no está en ser poeta, ni artista, ni filósofo. Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su trabajo, la conciencia de su trabajo. El orgullo de hacer las cosas bien, el entusiasmo de sentirse transitoriamente satisfecho de su obra, de quererla, de admirarla, es la sana recompensa de los fuertes, de los que tienen el corazón robusto y el espíritu limpio”. Lo ideal sería que todos ejerzan con amor su trabajo: un odontólogo haciendo con amor sus procedimientos y siendo el mejor en lo que hace; igual un abogado, un cerrajero, un carpintero... Personas que, con pasión y vocación, día a día desempeñen de manera plena sus funciones. Sin lugar a dudas, existen miles de hondureños que ejercen con ahínco su labor. ¿Se imaginan que la función pública se ejerciera de tal manera? Hay excelentes servidores públicos, personas que hacen más de lo que les corresponde en el ejercicio de sus atribuciones, todo con el afán de ayudar al mismo hondureño. Pero hay otros que van más allá del ejercicio de sus funciones, abusando del poder que se les ha conferido para ir en contra del mismo pueblo hondureño.
Por eso es importante concientizar sobre la función pública. No se trata de satanizarla aún más, tampoco de satanizar la política. Por unos malos políticos y servidores públicos no debemos meter a todos estos sectores en un mismo costal. Sin embargo, no dejemos de ser idealistas y pensar en la Honduras que todos podríamos construir si remáramos hacia un mismo norte. Por eso es importante la independencia judicial: dejar a los jueces hacer su trabajo de manera independiente; permitir que el Ministerio Público actúe de manera técnica y profesional, fundamentado en el principio de objetividad que ya regula el Código Procesal Penal; y que los militares actúen en defensa de la población hondureña de manera neutral y en protección de la Constitución de la República. Es decir, de manera no deliberante, sino beligerante, salvaguardando los intereses de los hondureños. ¿Se imaginan una Honduras así? Bueno, es lo que merecemos y deberíamos comenzar a construir.