Todos los ciudadanos de Honduras podemos ser Presidente de la nación. La Carta Magna así lo estipula. Vea los requisitos:
En primer lugar, ser hondureño por nacimiento; pero eso no importa porque hemos tenido presidentes que eran extranjeros, uno era de España y el otro de Panamá; lo que hicieron fue fuerza y proclamarse como hondureños de nacimiento porque sencillamente aplicaron el artículo leyéndolo como: “haber vivido en Honduras”.
En segundo lugar, tiene que ser casado, porque si no lo es, la ciudadanía lo señalará como gay, metrosexual, pendenciero, mujeriego, desorganizado en su vida; en fin, los epítetos machistas que se manejan. Si usted es casado y practica cualquier aberración será por su propio gusto, y si su mujer lo sabe y se lo tolera es porque la estima la tiene por el suelo o porque lo que le busca es el dinero y los bienes que posee.
Deberá tener un puesto en la administración pública, ya que tendrá la opción de financiar su campaña con los dineros del Estado, hará campaña a través de los medios de comunicación porque se coludirá con las empresas a las que la campaña les dejará buen billete en la bolsa, porque hay millones que derrochar en elevar la imagen del candidato.
Deberá tener valor porque si está en un puesto encumbrado podrá mandar una iniciativa de ley, o por medio de los amigos en el Congreso Nacional, para condonarse deudas millonarias en un banco estatal. Una vez condonada la deuda, finja que usted no sabía nada de nada y que si fue elegido es por pura suerte y que Dios lo quiere mucho, que ha escuchado sus oraciones porque estaba despistado y no podía financiar la campaña porque el pueblo le ruega, le suplica que debe lanzarse para tal fin.
Mienta y desobedezca las leyes, finja ignorancia de la ley y diga que no sabe del porqué está inhabilitado, porque siendo su pariente magistrada y usted diputado no se puede estar metido en la directiva de un alto cargo público. Recuerde que, como dijo aquel, la “Constitución está para ser violada cuantas veces sea necesario”. Además, el pueblo es permisivo y si se le dan unas cuantas monedas o se les hace la promesa que estarán en mejores condiciones cuando gane, ellos olvidarán.
Meta tanto “azo” a las pobres finanzas de los ciudadanos como sea posible. Ellos se lo permitirán porque se sacrificarán para que pueda ganar las elecciones.
Prometa que dejará las ciudades libres de maras, de narcotráfico, que su puño se cerrará y apretará al crimen organizado hasta que se les salga la pus de lo cual están hechos. Cuando ya no pueda porque el crimen organizado gana la lucha, porque está coludido con personajes de leyes y que tienen comprado a medio mundo, diga en una cadena de radio y televisión que los índices de mortalidad e impunidad han mermado desde que el “tigre” llegó, que la depuración será un éxito y que los nuevos policías serán personas probas.
Diga que dará escuelas, que habrá merienda para todos los niños desde cuando están en el prekínder hasta la secundaria, o mejor diles que el bono será incrementado a veinte mil lempiras al año.
Diga que los hospitales estarán abastecidos de medicamentos todo el año, que los médicos que tratan con guante de seda en la privada lo verán de igual forma en la pública. Diga que ya no viajará tanto, que estará pendiente de todos los problemas del pueblo y que los resolverá ipso facto.
Anuncie que tendremos las mejores carreteras del mundo, que los migrantes no se irán para el norte porque aquí habrá trabajo para todos, que la economía será floreciente y que todos tendremos un trabajo y salario digno. Que dormiremos con las puertas y ventanas abiertas, que los policías estarán a la vuelta de la esquina para atenderte, que los asilos estarán siendo apoyados y que los ancianos tendrán una vejez digna y sin maltrato.
Láncese a la palestra de la primera magistratura de la nación. Aquí escogemos por estómago, se nos olvida todo aunque nos den los leñazos que nos den, ganará porque olvidamos y perdonamos, porque nos gusta el status quo, porque deseamos el paternalismo, y además que llegue quien llegue siempre seremos olvidados y las promesas se las habrá llevado el viento. Los presidentes van y vienen y, como dice la canción, “la vida sigue igual” y en Honduras también.
¡Que viva la presidentitis!