Tal es el sentimiento prevaleciente respecto al presente y futuro, personal y nacional, con respecto a las dirigencias políticas tradicionales, por parte de millones de personas en distintas naciones del planeta.
Las instituciones y liderazgos tradicionalmente en control del poder son desplazados del mismo por partidos y políticos emergentes, que hábilmente han captado los estados de ánimo y percepciones de sus compatriotas: impotencia, vulnerabilidad, desencanto, sintiendo que son ignorados, manipulados e instrumentalizados, rechazando el rumbo y dirección en que han sido conducidas sus vidas por fuerzas económicas impersonales que los han relegado, ignorando sus aspiraciones por ser dueños de su propio destino.
Han perdido la fe y credibilidad en la democracia como sistema de gobierno y como ideología, concluyendo que alternativas políticas autoritarias son la respuesta para sus problemáticas cotidianas, las de ellos y sus descendientes.
La polarización ha ido reemplazando a la convergencia de propósitos y objetivos, para sustituirlos por figuras carismáticas, mesiánicas, que se proyectan como providenciales, como los que rescatarán a sus compatriotas de su actual condición de relego.
Ello explica el triunfo de Trump al ser masivamente reelecto para un segundo período presidencial, a pesar de su desempeño previo en la Casa Blanca y su avanzada edad. Anteriormente, en Italia, las dos principales fuerzas políticas, Democracia Cristiana y Partido Comunista, de centro derecha e izquierda prosoviética, fueron desalojados por el electorado, eligiendo al populista Berlusconi, empresario mediático.
En nuestra América algo similar ha sucedido en México, El Salvador, Argentina.
Si los partidos tradicionales no prestan atención a estas tendencias globales, inevitablemente serán marginados más temprano que tarde: sus actitudes complacientes, de espaldas a sus compatriotas y sus reclamos, constituidos en élites privilegiadas, concentrando en pocas manos el poder y la riqueza, recibirán inexorablemente la correspondiente factura, cuando ya es muy tarde para honrosas y urgentes rectificaciones