Los capitalinos están siendo desde la tarde del lunes anterior espectadores de un pavoroso incendio forestal que está destruyendo grandes áreas del Parque Nacional La Tigra, localizado al noreste de Tegucigalpa.
Los expertos desde ya proyectan que más de 400 hectáreas han sido quemadas por uno de los incendios forestales más devastadores ocurridos en la zona de amortiguamiento de La Tigra en los últimos años.
La destrucción de la flora y la fauna; el daño ambiental que dejan este tipo de eventos es incuantificable, al igual que lo será el daño a la salud de la población. Lo ocurrido vuelve a poner sobre la mesa de debates una crisis ambiental que se vuelve reiterativa, pues todos los años somos testigos de hechos similares, no solo en el sector de La Tigra, sino que en todo el territorio nacional.
Es un círculo vicioso que hay que cortar para evitar que sigan sucediendo y destruyendo los pocos recursos con que todavía cuenta la patria. El incendio que ahora mismo destruye La Tigra no es casual. “Fue provocado”, dicen los protectores del bosque y las autoridades, así como lo son casi todos los fenómenos de este tipo que se registran a diario en el país, lo que obliga a las autoridades competentes a investigar y dar con los responsables de este delito. Ellos no pueden seguir libres causando tanto daño a la sociedad.
Pero también frente a la crisis ecológica que estamos viviendo se vuelve un imperativo a corto, mediano y largo plazo retomar con mucha seriedad los planes y programas de protección del medio ambiente y de los recursos naturales de la patria; de los programas de reforestación, entre muchas otras acciones que lleven a su conservación.
No podemos quedarnos de brazos cruzados ante el ecocidio del que estamos siendo testigos, y más allá de los lamentos, urge impulsar una verdadera política de protección ambiental.