Editorial

El Partido Liberal

El Partido Liberal ha estado en el ojo del huracán en las últimas semanas tras la decisión del Tribunal Disciplinario de expulsar de sus filas a 17 diputados declarados en rebeldía y acusados de cometer deslealtad partidaria. Esta solo ha sido la corona de una larga crisis que arrastra el centenario partido desde la elección en 2006 del último presidente bajo la enseña rojo-blanco-rojo, y su posterior defenestración en junio de 2009 (siete meses antes de que concluyera su mandato). Desde entonces, el otrora partido más beligerante y grande de América Central viene en caída libre, sin que nada ni nadie puedo detenerlo.

En el proceso todos sus miembros de cúpula se han enfrascado en una encarnizada lucha en la cual se tildan de responsables unos a otros.

Pero en ese debate no surge por ningún lado un camino que lleve a la concertación y a la planificación de escenarios en los que esos viejos líderes que tanto daño han hecho a la institución política se hagan a un lado para dar paso a nuevos liderazgos que abracen y enarbolen con orgullo los principios básicos del liberalismo: Unidad, Legitimidad, Democracia, No reelección, Prohibición del Nepotismo, Transparencia en la Gestión, Planificación y Evaluación por Objetivos y Metas, Rendición de Cuentas, Derecho a Disentir, Libertad y Responsabilidad, Solidaridad, Militancia y Capacidad Gerencial.

Si los viejos líderes que hoy se pelean por mantener las pequeñas cuotas de poder que todavía les da el debilitado Partido Liberal que han creado no se hacen a un lado, lastimosamente están colocándole la lápida a una organización política que luchó por afianzar la endeble democracia que hoy vive Honduras y garantizar a sus ciudadanos el respeto fundamental de sus derechos políticos, económicos y sociales; olvidando que hoy más que nunca Honduras requiere de un Partido Liberal fuerte, con nuevos liderazgos que apuesten por la recuperación de sus ideales, lo que pasa por la tecnificación e identificación de cada uno de sus líderes y militantes, no importando si está en la montaña más remota. Un partido decidido a luchar contra la corrupción en todos sus niveles, a transparentar sus finanzas y sus acciones. No hacerlo, les dejará como uno más de los tantos partidos bisagras que ya existen en el espectro político nacional.