La Real Academia Española (RAE) define la tolerancia como la acción y respeto de tolerar. Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Reconocimiento de inmunidad política para quienes profesan religiones distintas de la admitida oficialmente.
En otros textos se lee que la tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.
Incluso, la Unesco en su 28 Conferencia General hizo pública una declaración de principios sobre la tolerancia, que decía que esta debía estar presente también en la política y en la justicia, además de en el individuo y sus semejantes.
Y así debe ser.
En sociedades como la hondureña es un valor que debe estar presente en todos los actos de la vida de las personas y los ciudadanos.
El país no debe permitir que actos grotescos, como el ataque a golpes de que fue objeto hace tan solo unos días el defensor de los consumidores, Adalid Irías, por parte de un dirigente del transporte, vuelvan a ocurrir, porque las diferencias no se resuelven a golpes.
Y como lo establece la Declaración de Principios sobre la Tolerancia de la Unesco la educación es el medio más eficaz de prevenir la intolerancia (...), enseñar a las personas los derechos y libertades que comparten, para que puedan ser respetados, y en fomentar además la voluntad de proteger los de los demás, teniendo siempre en cuenta que tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia, sino que ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás, y que en ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales.
Por eso, ese debe ser un nuevo reto a impulsar desde el hogar y la escuela: volver a inculcar a nuestros hijos e hijas el valor del respeto por los demás