Hoy es un día en el que se recuerda a todos aquellos seres queridos que se nos han adelantado en el camino hacia la eternidad, en la continuación de una tradición que se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.
Desde la Iglesia Católica se nos recuerda que esta fiesta responde a una larga tradición de fe, que llama a orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma.
Después de dos años de pandemia, las familias regresan con más libertad a honrar a sus deudos, a las víctimas de covid-19, de los accidentes de tránsito y de la imparable ola de violencia que día a día les arrebata los sueños y la vida a niños, jóvenes, mujeres y hombres.
Son muchos los que estarán llegando hasta los cementerios a colocar una flor sobre la tumba de sus seres queridos y elevar una plegaria por su eterno descanso.
Pero seguro que también serán muchas las familias que clamarán por justicia ante la tumba de sus parientes y soñarán con un país más justo, menos impune y menos violento, más solidario, más equitativo, en el cual sus autoridades asuman con responsabilidad su mandato de hacer todo lo que esté a su alcance para garantizar la vida de su población, un país en el que se fortalezcan las políticas de seguridad ciudadana y se garantice el respeto a la vida.