Con la celebración del Día de la Bandera este 1 de septiembre da inicio el Mes de la Patria, una ocasión propicia para reflexionar sobre esta tierra enclavada en el corazón mismo del continente americano.
Escuelas y colegios recordarán a los héroes y próceres nacionales y sus acciones ejemplares en pos de una patria libre y próspera. Las instituciones del Estado rendirán homenaje a nuestro país con ceremonias solemnes rebosantes de civismo.
Los migrantes hondureños, lejos en lo físico pero siempre cerca en espíritu, recordarán con particular nostalgia al terruño que los vio nacer y del que un día debieron salir para buscar mejores derroteros.
Y es que a 195 años de independencia, Honduras sigue con el reto de conquistar su liberación de las cadenas que la agobian. Pobreza, exclusión social, violencia y corrupción son algunos de los grandes males que minan su desarrollo y el bienestar de sus más de ocho millones de habitantes.
Aunque vivimos ciertamente tiempos de zozobra, inseguridad y corrupción galopante, hay más hondureños buenos que malos. El problema es el silencio cómplice, la indiferencia y apatía que deben dar lugar a ciudadanos valientes y comprometidos con su país, que alcen su voz para denunciar y reclamar, como dueños y protagonistas de su propio destino. No del que quiere marcar el narcotráfico o la corruptela que contamina nuestras instituciones.
A meses de las elecciones primarias y generales que se celebrarán en 2017, la fecha es oportuna también para reflexionar sobre nuestro deber ciudadano de votar por candidatos y no por colores políticos, de elegir a los mejores hombres y mujeres, comprometidos con los intereses sagrados de Honduras y no los particulares.
Septiembre, Mes de la Patria, es propicio también para destacar nuestros valores, el amor a la patria y el compromiso con su futuro.
Porque cada hondureño está llamado desde su trinchera, ya sea la más humilde o encumbrada, a construir un mejor país.