Incertidumbre, tensión, angustia, desesperanza, depresión, desencanto, temor ante el presente y futuro, son, hoy por hoy, expresiones de la psique de millones de compatriotas, los que impactan en la salud mental de ellas y ellos por igual.
Las causales para tales estados anímicos son múltiples y complejas: inseguridad en nuestras vidas y bienes, creciente polarización política, violencia incontrolable, extorsión, sobre todo de medianos y pequeños negocios, alza en el cierre de empresas con el consiguiente desempleo masivo, nuevos incrementos en el costo de vida, homicidios y feminicidios, irrespeto a la propiedad privada, corrupción e impunidad, entre muchas otras.
Este 2025 debería -en condiciones distintas a las actuales-, provocar optimismo, fe en el porvenir, sentimientos de renovación y esperanza, anhelo por cambios significativos en nuestras existencias. Por desgracia, las vigentes condiciones reales, cotidianas, concretas, objetivas, impiden asumir tales estados de ánimo, exacerbados al confirmarse que muy pronto retornarán deportados, al hogar común, miles de compatriotas hasta ahora residiendo y laborando en los EE.UU. lo que agravará, sin duda, las condiciones sociales y económicas precarias en que subsistimos.
Estos doce meses auguran mayor contracción económica, aumento en la conflictividad en ciudades y el agro, activismo político signado por enfrentamientos, agresiones, recíproca intolerancia, que se irán intensificando de no prevalecer el debido mutuo respeto. Podrá argumentarse que presentamos un panorama pesimista. Somos los primeros en desear, estemos equivocados.
Empero, las actuales condiciones predisponen, con argumentos y hechos concretos, irrefutables, al realismo y la objetividad, compartida por analistas y observadores de la actual coyuntura. Si ocurrieran acontecimientos contrarios a los aquí expuestos, bienvenidos sean, para bien, de todas y todos. Entretanto, cerremos filas, con el ferviente anhelo por alcanzar salud, paz, seguridad, empleo, bienestar.
