Tal y como lo habían anunciado desde la semana anterior, el gremio de las enfermeras paralizó ayer sus labores a nivel nacional para exigir a las autoridades de Salud el cumplimiento de acuerdos suscritos con anterioridad, relacionados con el pago de zonaje en los departamentos de Gracias a Dios e Islas de la Bahía, el pago de salarios al personal por contrato y el cese del acoso laboral hacia los enfermeros de La Mosquitia.
A pesar de que el paro fue anunciado con anterioridad, las autoridades de Salud hicieron caso omiso a las advertencias de sus trabajadores, a sabiendas que una paralización de este gremio afecta directamente el funcionamiento de los servicios en sus hospitales y centros de salud, ya que son ellos los encargados de la atención directa de los pacientes y que de la eficiencia en sus tareas depende mucho la calidad de los servicios de salud.
Por eso, es inconcebible que no se hiciera nada para frenar la suspensión de labores. ¿Qué tan difícil era convocar a una mesa de diálogo en la cual explicar las razones por las cuales no se han hecho efectivos los acuerdos?
Este tipo de problemas, comunes en otras secretarías de Estado, no deberían dejarse escalar, peor en casos como este, que a quienes golpea es a los más desprotegidos de la sociedad y que solo tienen en la asistencia pública una puerta para la atención de sus males de salud.
Las autoridades sanitarias tienen en este caso las justificaciones del porqué no han atendido las demandas del personal en huelga, han dicho que si bien tienen derecho a protestar, “a ellas no se les debe nada”.
Pero hay una paralización de labores que solo se puede resolver a través del diálogo; escuchar y buscar soluciones conjuntas a la problemática no debe ser, en ningún momento, un impedimento para encontrar los acuerdos que sean necesarios.