La pobreza y la violencia siguen orillando a miles de hondureños y hondureñas a dejar el país e irse, principalmente a los Estados Unidos, en busca de “su sueño americano”.
Honduras, según cifras estadísticas de la Unidad de Política Migratoria de México, es uno de los tres países con más migrantes cruzando las fronteras de ese país.
Las cifras son alarmantes y, contrario a lo que han expresado algunas autoridades del Estado hondureño, van en aumento.
Las estadísticas son contundentes. Un total de 74,220 hondureños llegaron a México de forma irregular entre enero y agosto de este año, 3,646 más que los que cruzaron ese territorio en 2023, año en el que, vale citar, sumaron un total de 118,984 hondureños los que ingresaron de forma irregular a territorio mexicano.
Las cifras son eso, cifras, sin embargo, cabe decir que detrás de cada número hay una persona, un hombre, una mujer, un niño, una niña, un joven, que decidió partir en busca, principalmente, de un empleo que le permita tener los recursos necesarios para sobrevivir.
También, detrás de cada número, queda una familia destrozada, desmembrada, con graves problemas emocionales que no son tratados adecuadamente; comunidades desoladas, entre muchas otras consecuencias, como la fuga de mano de obra vital en actividades como la agricultura, la ganadería y la construcción.
Desgraciadamente, este flujo migratorio sigue constante y al alza por la falta de políticas concretas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los hondureños, y así tienen que entenderlo quienes gobiernan hoy y quienes aspiran a gobernar el país mañana.
Generar los espacios de diálogo con todos los sectores sociales y económicos del país es vital para definir esas políticas que se requieren para enfrentar las causas de la migración y proporcionar a la población soluciones efectivas y humanas a la problemática.