Como país pequeño, careciendo de liderazgo a nivel regional, con altos grados de pobreza, violencia, corrupción, impunidad, extorsión, éxodo masivo de nuestros compatriotas ante la falta de oportunidades, expulsados por el sistema vigente, creciente endeudamiento interno y externo, con empresas estatales altamente deficitarias tanto en los servicios que proveen como en sus finanzas, altos grados de contaminación ambiental, en el orden de prioridades, debemos empezar un reordenamiento integral poniendo la casa en orden, a la brevedad.
Esto significa la reconciliación e integración de nuestros compatriotas, deponiendo recíprocos rencores y revanchismos acumulados, reestructurando los tres poderes estatales, con el debido equilibrio entre ellos, recíprocamente interdependientes, creando oportunidades laborales y educativas -suficientes, adecuadas, oportunas- para al menos reducir los actuales niveles migratorios que nos drenan de nuestro más preciado recurso: el humano; impartición de justicia pronta e imparcial, ofreciendo al inversionista la debida seguridad jurídica, la dotación de la necesaria infraestructura comunicacional, vial, que garantice su normal desenvolvimiento, en un clima exento de conflictos e intervenciones oficiales indebidas.
Seguidamente, aprovechar las oportunidades disponibles para así, con inteligencia, prudencia, moderación, paciencia, sensatez, negociar con nuestros socios y aliados extranjeros en la promoción de los intereses nacionales, sin antagonizar ni recurrir en actos demagógicos, estridentes y ofensivos, fortaleciéndonos internamente, evitando la polarización política, los extremismos ideológicos, las confrontaciones estériles entre hermanos y hermanas.
El reto está planteado, depende entonces de nosotras y nosotros el saber y poder actuar consecuentemente, cuando estamos aún con tiempo y posibilidades de honrosas rectificaciones. Un sentido de urgencia debe impulsarnos a su puesta en práctica, aquí y ahora.