El Papa de la gente, el Papa de América, el religioso que en sus doce años de pontificado decidió acercar la Iglesia Católica a los más desposeídos, murió la mañana del 21 de abril. La comunidad cristiana, la comunidad católica llora su ausencia.
El papa Francisco ya está con Dios, pero nos deja su legado de amor, fe, humildad, su pasión por los jóvenes, una Iglesia cercana a la gente común, a la gente de a pie.
Jorge Mario Bergoglio, el argentino amante del fútbol, pasará a la historia como el primer Papa latinoamericano y una de las figuras religiosas más influyentes del siglo XXI, título ganado por cada una de las acciones impulsadas a lo largo de su papado, entre las que resalta el diálogo ecuménico interreligioso que lo llevó a reunirse con líderes de diversas iglesias con el objetivo de superar las divisiones históricas, promover la paz y el respeto mutuo; su preocupación por el acelerado deterioro del medio ambiente y sus esfuerzos por la inclusión de las mujeres en puestos de liderazgo.
Fue una voz activa en favor de los migrantes, tema que mantuvo permanente en su agenda, hasta los últimos momentos de su vida. “El migrante es alguien que sufre, que ha tenido que abandonar su patria, que muchas veces ha sido explotado o esclavizado”, “la migración no es un problema de números, es un problema de personas”, decía en sus homilías, entrevistas y muchos foros más.
Sin duda que su gestión pontifical marcó un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica, y que su muerte nos deja sin una de las voces más potentes en favor de la paz y la concordia en el conflictivo y confrontativo mundo que le tocó vivir.
Hoy el mundo católico está de duelo y despide con gratitud y afecto profundo a un pontífice que sembró amor, esperanza y fraternidad a lo largo de su vida. Descanse en paz, papa Francisco