Tras haber sido sometido a una parodia de juicio en que prevalecieron los reclamos de la multitud -azuzada por los rabinos- exigiendo su condena a muerte atroz, se inicia el suplicio, vejaciones, torturas, humillaciones que culminarán en el Monte del Calvario.
Cargando una pesada cruz, sediento, agotado hasta el límite de sus fuerzas, Cristo cae exhausto y el látigo lo hace incorporarse nuevamente, en un doloroso e inhumano martirio que simboliza las pesadas cargas que millones de seres deben sobrellevar cotidianamente en un mundo caracterizado por las violaciones a los derechos humanos, el hambre, desempleo, enfermedades, discriminaciones, acosos, exclusiones de todo tipo que hacen de la supervivencia cotidiana una carga intolerable pero inexorable, en un planeta para todos dividido donde hay quienes poseen demasiados bienes materiales, minorías privilegiadas que detentan el poder y las oportunidades.
Mujeres piadosas, entre ellas su madre, acompañan al Mártir del Gólgota al sitio donde será crucificado, en medio de otros dos sentenciados al mismo tipo de muerte cruel.
Los soldados a cargo de la ejecución se disputan sus vestiduras, hecho repudiable que recuerda la forma en que los imperios que a lo largo de la historia han existido se repartían pueblos y tierras ajenas, conquistando e imponiéndose apelando al uso masivo de la destrucción de razas y culturas, intentado justificar el saqueo como acción humanitaria, civilizadora, piadosa, en el proceso apoderándose de patrimonios pertenecientes a los derrotados.
La bondad inconmensurable del Redentor hace posible que pida a su Padre que perdone a sus verdugos, acción que solo es posible en aquellos que poseen suficiente grandeza de espíritu para no albergar rencores.
El momento culminante de su terrible agonía llega al expirar. Nuevamente son ellas quienes descienden el cuerpo del madero, lavándolo y cubriéndolo con mantos.
Hacía falta un sepulcro, el cual es donado por un secreto seguidor del Mesías, José de Arimatea, revelando su solidaridad y piedad hacia el Maestro.
Todo está, aparentemente, consumado. Prima la desesperanza e incredulidad entre muchos de los fieles, lo que pone a prueba su fe. Empero, al poco tiempo la muerte dará paso a la vida eterna.