Él ha hecho una radiografía de la situación crítica de la prensa y los periodistas en estos tiempos de pandemia: “Hay comunidades enteras que han perdido a sus medios tradicionales e incluso nativos digitales; muchos medios perecieron, varios periódicos dejaron de publicarse en papel, otros medios despidieron a gran parte de su personal.
La poca publicidad que quedaba en el mercado se esfumó, así como otros ingresos. Todavía la pandemia no tuvo un punto de inflexión. Reina la incertidumbre hacia futuro”.
Pero también ha expresado con claridad su compromiso de seguir monitoreando y denunciando los atropellos contra la libertad de prensa, un reto importante para el fortalecimiento de la democracia en Latinoamérica, y especialmente en Honduras, que registra el asesinato, desde 2000 a la fecha, de unos 85 periodistas, comunicadores sociales y trabajadores de los medios de comunicación, que en su mayoría están impunes.
Los retos son monumentales y él lo tiene claro, sabe que la democracia demanda medios de comunicación fuertes y que sin medios ni periodistas existe menos protección para la gente, menos fiscalización de las entidades públicas y privadas y desborda la corrupción, la pobreza y el autoritarismo. Que una sociedad sin medios va camino a la autodestrucción.