Editorial

Violencia doméstica

El rostro severamente lastimado de una mujer que fue golpeada por su novio ha venido a recordarnos de la forma más cruda un problema social que debemos afrontar de forma enérgica y contundente.

“El maltrato a la mujer es el crimen más numeroso del mundo”, según las Naciones Unidas.

En Honduras, al menos 93 mujeres murieron durante 2015 producto de la violencia doméstica, 37 más que en 2014, informó el Observatorio de la Violencia de la UNAH.

La cultura machista que hay detrás de la agresión a la mujer es el primer factor que hay que abordar en el hogar y en la escuela, donde se presentan y refuerzan patrones de diferenciación entre niñas y niños. Esa educación sexista con la que se forma a la mujer dependiente y sumisa, y al hombre egocentrista y mandamás, es el origen de la violencia doméstica.

Ningún hombre golpearía a una mujer si no se sintiera con derecho a hacerlo. Y ninguna mujer cedería después de sufrir tal abuso si no sintiera que fue su “culpa”. Pero la mujer, educada en un sistema patriarcal para darse a sí misma y sin concebir una vida plena y realizada si no es en su papel de “media naranja” de alguien, tolera la violencia que puede ser de diferentes formas, psicológica, física, sexual, económica, etc.

Lo peor es el silencio cómplice de hombres y mujeres que siguen creyendo que la violencia doméstica es un asunto de pareja y debe solucionarse en privado. Pero se trata de un asunto público, un asunto de Estado.

Entre enero y mayo de este año, el Ministerio Público recibió 990 denuncias de violencia doméstica, pero solo ha judicializado 293. Pobres resultados que deben mejorar, así como los recursos para atender a las víctimas, con hogares de acogida, protección, reinserción y terapia, para ellas y sus hijos, para evitar que de adultos repitan el círculo de violencia o de aceptarla como normal, si no, será la de nunca acabar.

Para cambiar estos roles machistas que colocan a la mujer en peldaños inferiores, como se evidencia en materia de empleo, salarios y participación política, el Estado también debe predicar con el ejemplo.