Opinión

El mensaje de Benedicto XVI

Más allá de lo inédito, en la larga historia de la Iglesia Católica, y de las múltiples conjeturas sobre las causas reales y el impacto que en ella pudiera tener, el anuncio del alemán Joseph Ratzinger de que a partir del pr??ximo 28 de febrero dejará de ser el Papa Benedicto XVI, también es “un ejemplo… en este mundo de hoy en el que las personas no quieren dejar sus cargos”, como bien lo señaló el lunes el arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta.

Y es que en contra de la misma tradición de la Iglesia Católica, cuyos dogmas incluyen la infalibilidad del Papa, y donde ha sido norma que este gobierne hasta su muerte, la decisión de Benedicto XVI encuentra su antecedente más cercano en 1415, o sea, hace casi 600 años, cuando renunciara el Papa Gregorio XII, aunque aquello ocurrió en una de las peores crisis, una traumatizante guerra de poder tan intensa que tres pontífices se presentaban como genuinos herederos del trono de San Pedro.

El decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, describió el impacto que la renuncia del Papa causó incluso en los altos círculos del poder en el Vaticano, como “un rayo en medio de un cielo despejado”. Coincidentemente, horas después, aunque en medio de una fuerte tormenta, cayó un verdadero rayo en la propia cúpula de la Basílica de San Pedro, cuya fotografía no solo ha electrizado las redes sociales sino que alimenta el imaginario popular, las creencias y las supersticiones de raíces medievales.

Lo concreto es que Benedicto XVI en su mensaje, pronunciado en latín, ante el consistorio cardenalicio reconoció valientemente que “en el mundo de hoy… para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

Este ejemplo de humildad, de respeto hacia los gobernados, de reconocer la pérdida de capacidad para cumplir con una responsabilidad asumida, debiera ser imitado por los funcionarios públicos, principalmente en países como Honduras donde los males siguen creciendo, y engendrando otros, ante la más absoluta inacción gubernamental.

La lección del Papa Benedicto XVI es sencilla, clara, contundente: cuando uno siente que no da para más ante un compromiso monumental, lo mejor es dar un paso al costado.