Los tiempos que vivimos demuestran ser difíciles. Pero en las crisis nacen las oportunidades para efectuar los cambios necesarios.
Durante la campaña política, escuchamos hasta la saciedad “Haré lo que tenga que hacer…” en los discursos del hoy presidente electo; y por lo visto hasta ahora, las cosas van en serio por las acciones realizadas antes de tomar posesión como Presidente de la República; ojalá que esa dinámica sea permanente y enmarcada siempre en Ley; evitando las intromisiones en los otros poderes del Estado.
“Hacer lo que tenga que hacer” implica también realizar acciones contundentes y ejemplares combatiendo la corrupción y la impunidad que prevalecen sin vergüenza y sin temor. La cárcel está esperando por esos ladrones de cuello blanco que exhiben y arrastran la horrenda cola de su irresponsable y corrupto desempeño en las funciones asignadas.
Sería muy saludable también “hacer lo que tenga que hacer”, dejando a un lado esos programas sociales paternalistas y asistenciales, que caracteriza a los gobiernos populistas, administradores de la pobreza popular, más conveniente sería establecer programas orientados a enseñarle a la gente a producir y valerse por sí misma, estimulándoles con esto a sentirse importantes por su trabajo y orgullosos por sus logros ganados con el sudor de su frente.
Entiendo que eso de “hacer lo que tenga que hacer” no solo compete al Presidente, sino también al equipo de funcionarios que lo acompañarán en su gestión, debiendo estar comprometidos verdaderamente a terminar con la anarquía y el desorden existente, ayudándole a generar políticas orientadas a realizar las reformas que romperán el círculo vicioso de nuestros males; en otras palabras, que cumplan con su deber.
De lo bueno que haga este próximo gobierno depende nuestra democracia, si desaprovechamos esta oportunidad lo podemos lamentar largamente. Seamos visionarios.
El resultado de las elecciones del 24-N-13, nos envía varios mensajes, entre otros, que el partido en el poder tendrá una verdadera y fuerte oposición. Un partido en el poder sin oposición no es saludable si realmente se busca fortalecer nuestra democracia.
Pero tampoco es saludable una oposición que solo busca estar en contra de las acciones realizadas o que pretenda realizar el partido en el poder, llevando siempre la contraria.
Precisamente, por no tener una verdadera oposición y otros mecanismos de contrapeso institucionalizados, hemos sido sujetos de continuos episodios autoritarios, una corrupción estatal fuera de control (como la observada en los dos últimos gobiernos) y una justicia que favorece a quienes la desnaturalizan.
La oposición avanzará en la medida en que se consolide como tal y en la medida en que practique una política distinta a la que practica el partido político en el poder; por lo que es deseable que ésta centre su discurso alrededor de temas estructurales que demuestren un compromiso con Honduras en el largo plazo; es decir, la oposición debe centrar el debate en torno a los grandes problemas políticos, entre otros: la falta de institucionalidad, el irrespeto a la Ley, la fragilidad de nuestro sistema democrático, etcétera.
La oposición debe tener presente que siempre debe buscar fortalecer el proceso democrático. Esto implica unirse a la lucha por modernizar el proceso electoral, empezando por actualizar los requisitos que deben reunir los candidatos a cargos de elección popular, no permitiendo más analfabetas participando en la toma de decisiones importantes para la nación.
Agregar a los artículos pétreos que se prohíba lanzar candidaturas a la Presidencia de la República desde la Presidencia del Poder Legislativo. Trabajar por la aprobación de una ley que busque regular y transparentar el financiamiento de las campañas. Por su impacto económico, eliminar las elecciones internas y reducir o eliminar la deuda política.
Penar contundentemente el uso de recursos estatales en campañas políticas… ¿Y por qué no? Reducir el número de diputados del Congreso Nacional y del Parlamento Centroamericano a partir del 2018, etcétera.
Todo lo mencionado sería una demostración a favor de la solución de la crisis socioeconómica que vivimos y de la legislación electoral. Sería un paso en firme del agrado de la población, que anhela una verdadera democratización del acceso al poder político.
¡Todo sea por el bien de Honduras!