Opinión

La crisis y lo personal

Las grandes crisis colectivas, como la que sufre actualmente la economía de los países desarrollados o la que siempre padecemos los hondureños, en la mayoría de los casos son culpa directa de unos pocos que tienen poder real de decisión ya sea en el campo militar, social, político o económico. Pero quienes pagan las consecuencias negativas de las mismas son siempre las grandes mayorías, principalmente los más débiles, los más vulnerables.

Sin embargo, ya en el plano meramente individual, personal, familiar; es más la conducta, la actitud y el desempeño de cada quien en la vida lo que determina la forma en que una persona enfrenta una crisis generalizada; si va salir adelante e incluso si se va a beneficiar de la misma, porque siempre hay quien saca provecho directo e inmediato de las situaciones difíciles.

De hecho, y como buen ejemplo, en estos momentos de crisis económica, de desempleo, de encarecimiento de la vida, de inseguridad jurídica y ciudadana, de incertidumbre política y de pesimismo ante el futuro, en esta mal gobernada Honduras, hay muchos individuos, familias, que sin ser potentados, influyentes ni famosos, no se han detenido en el mejoramiento de sus condiciones de vida; por supuesto, después de haber dedicado largos años al estudio, al ahorro, al trabajo honrado, al manejo responsable de sus recursos y a vivir una vida sana, en el más amplio concepto de la palabra.

En ese sentido, si bien es innegable que las perspectivas para Honduras en el presente año son muy sombrías en el campo económico, político y social, y que las decisiones y acciones de los gobernantes no dan esperanzas de cambio positivo, para generar optimismo siempre queda el recurso de la célula base del tejido social: el individuo, la persona humana, la iniciativa privada.

Al fin y al cabo, si cada hondureño, cada familia, cada vecindario, cada comunidad, mantiene su espíritu de superación en alto y lo materializa en hechos concretos, siempre será más fácil irradiar hacia la cúpula gobernante la forma correcta de hacer las cosas o simplemente cambiarla si es que es incapaz también de adoptar nuevas formas de conducta.

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