Por acuerdo No. 02-2000-SG se instituyó el 11 de enero de cada año como la fecha consagrada a nuestra diplomacia, por coincidir con la creación del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1839.
Los dos primeros compatriotas que fueron nombrados representantes diplomáticos de la República Federal de Centroamérica en el exterior lo fueron José Cecilio del Valle y Próspero Herrera.
De aquellas fechas al presente, Honduras ha estado representada por diplomáticos de diversa capacidad. Pocos se han conducido de manera competente y digna, promoviendo y fortaleciendo lazos de amistad y cooperación ante los gobiernos y pueblos en donde se han desempeñado, en tanto otros han vegetado en el puesto, con la creencia errónea de que el ejercicio diplomático consiste meramente en asistir a eventos sociales, o, peor aún, han deshonrado el cargo al cometer actos ilícitos aprovechando los privilegios otorgados por el derecho internacional público y las convenciones diplomáticas, de esta manera poniendo en entredicho el honor y la credibilidad de nuestro país.
También ha ocurrido que las condecoraciones y órdenes otorgadas por nuestra Cancillería en ocasiones han sido concedidas a personas que no reúnen los méritos necesarios para ser honradas con tales preseas, sea por no haberse estudiado a fondo la trayectoria de los mismos, sea por asuntos de conveniencia coyuntural.
Nuestro servicio exterior se ha visto debilitado por la politización al momento de seleccionar a quienes nos representan en el extranjero, en desmedro de quienes han optado a un cargo previa aprobación de exámenes de admisión y han hecho de la diplomacia una carrera profesional. Es así que han ocupado puestos diplomáticos personas que no reúnen credenciales académicas ni éticas y en más de una ocasión han sido rechazados por el gobierno ante el cual han sido acreditados.
Ahora que se ha pedido la renuncia a nuestros diplomáticos (as) en razón de la toma de posesión de un nuevo gobierno, la ocasión debe ser propicia para una evaluación objetiva de cada uno de ellos (as), tomando en cuenta su desempeño efectivo o la ausencia del mismo, para así proceder a una depuración necesaria para descartar a quienes carecen de excelencia para asumir cargos de tanta importancia, desde embajadores a cónsules, reclutando a quienes sí demuestren, previa aprobación de pruebas selectivas e imparciales, poseer aptitudes, actitudes y espíritu de servicio para representarnos digna y profesionalmente ante pueblos y países amigos.