Opinión

La evaluación del desempeño docente

La evaluación del desempeño docente es necesaria a fin de verificar los resultados y buscar los correctivos del caso.

El problema radica en que no debe contaminarse el propósito auténtico de la evaluación.

Hace algún tiempo escribí en este mismo medio dos artículos relacionados con la Evaluación en los cuales planteaba la razón de evaluar con el propósito final de mejorar el desempeño de los docentes.

Siguiendo la línea de aquellos artículos, debo dejar establecido que la evaluación debe ser integral; esto significa que de acuerdo al modelo pedagógico adoptado por el sistema educativo, así debe de ejecutarse el proceso de evaluación.

Una evaluación integral debe incluir los tres saberes que se plantean en el modelo basado en competencias y que son: el saber conceptual, el saber procedimental y el saber actitudinal.

En otras palabras sería el saber conocer, el saber hacer y el saber ser. Dicho de manera explícita (saber conceptual) demostrar que dominamos el conocimiento o el área para la cual nos formamos y desempeñamos en el campo laboral o profesional; el demostrar que podemos aplicar lo que conocemos en la vida práctica o utilizar los saberes (saber procedimental) o sea demostrar en la práctica ese saber científico o área de formación que poseemos aplicando eso que conocemos y demostrar como fin último de la educación, como bien lo menciona Fernando Savater en su libro “El valor de educar’’, el aprender a ser humanos, (saber actitudinal).

Esto significa aprender a vivir con los demás en armonía, mediante la práctica de valores en sus diferentes dimensiones: solidaridad, responsabilidad, puntualidad, sinceridad, honestidad, comprensión, etc; entre otros valores que nos hacen verdaderas y auténticas personas.

Todo lo anterior nos lleva a reflexionar qué implica evaluar y uno de los primeros pasos es diagnosticar la realidad del desempeño del docente en su contexto, o sea en el aula de clases desde una perspectiva integral y no solo conceptual.

Ejemplo, podríamos referirnos al primer nivel de nuestro sistema educativo: prebásica.

Si vamos a evaluar el desempeño del profesional de este nivel significa que debemos verificar si este profesional domina el saber conceptual de las áreas específicas de formación del niño en esta etapa; así como las teorías del desarrollo, teorías del aprendizaje, valores en esta edad de prebásica, organización y funcionamiento de los espacios de aprendizaje en el aula, enfoques y modelos pedagógicos relacionados con el nivel y planteados en el Curriculum Nacional Básico; también el dominio del proceso de planificación y ejecución del mismo a nivel de aula e institución en la cual labora.

En el caso del saber procedimental, que demuestre la aplicación en la vida práctica con sus alumnos el conocimiento antes mencionado.

A manera de ejemplo, el conocimiento sobre las áreas específicas en este nivel, aplicando este saber en la elaboración del proceso de planificación, en el diseño y estructura así como la ejecución de acciones concretas a nivel de aula en coherencia con la teoría y la práctica pedagógica realizada conjuntamente con la niñez que atiende.

En lo concerniente al saber actitudinal, que demuestre ser un/a docente con actitudes positivas: que asiste con responsabilidad, puntualidad a su centro educativo, cumpla con el compromiso de brindar calidad en el aprendizaje y demostrado por sus alumnos, entre otras acciones concretas; que demuestre en su vida cotidiana tanto en el aula, institución, comunidad y sociedad que es un modelo a seguir por lo que sabe, hace y como actúa; en otros términos, coherencia en su desempeño en relación a lo que domina en su área de conocimiento, a lo que aplica en su realidad pedagógica , agregado a su comportamiento, dejando huella pedagógica en su práctica profesional.

Y es que la evaluación “es una experiencia significativa de aprendizaje y formación, que se basa en la determinación de los logros y los aspectos a mejorar en una persona respecto a cierta competencia, según criterios acordados y evidencias pertinentes, en el marco del desempeño de esa persona en la realización de actividades del contexto profesional, social, disciplinar, e investigativo, considerando el saber conocer, el saber hacer y el saber convivir. La retroalimentación es la esencia de la evaluación y es necesario que se brinde en forma oportuna y con asertividad”. (Tobón: 2010).

La evaluación de las competencias busca elevar la calidad de la educación de manera integral y no parcial, lo cual nos lleva a repensar en un perfil o modelo docente de acuerdo al nivel educativo que atienda y que pueda demostrar las competencias propias de la docencia en ese nivel mediante las prácticas pedagógicas del ejercicio cotidiano ligado al saber conocer, saber hacer y saber convivir con los demás.

Reflexionar sobre este tema de la evaluación es un proceso complejo, pues implica pensar en varios factores y sobre todo en los involucrados en este proceso y repensar en las interrogantes siguientes:

a)¿Qué evaluar desde un enfoque basado en competencias?, b) ¿Cómo evaluar desde una formación integral de los saberes?, c) ¿Cómo lograr el saber actitudinal en los docentes?, d) ¿Cómo lograr cambios en los procesos de aprendizaje? y d) ¿Cómo lograr la calidad educativa a partir del proceso de evaluación desde un enfoque basado en competencias?

Evaluar el desempeño docente es visualizar un desempeño basado en trabajo de equipo (liderazgo); evaluar de acuerdo a un modelo educativo (enfoque de competencias), diseño de estructura curricular (planificación a partir del CNB y DCNB), acciones concretas de políticas de gestión académica (preocupación por la actualización y capacitación docente), realización y gestión de recursos (Dotación de los recursos básicos en el centro educativo), seguimiento al desempeño docente (estímulo docente) y retroalimentación de competencias (fortalecimiento de debilidades en el campo laboral).

Además, una prueba escrita no determina las competencias auténticas de un profesional; más bien lo etiquetan negativamente en el caso específico de no realizar un proceso adecuado. Es necesario evaluar todas aquellas condiciones del proceso de evaluación y que de una u otra manera repercuten en los resultados.

“La evaluación es para mejorar y no para sancionar”, pero con solo el hecho de decir: los docentes están aplazados, se está sancionando; por lo que se considera aplicar la psicología del refuerzo positivo; es decir, están bajos los resultados, pero se harán los correctivos del caso.

La evaluación debería llevarnos a identificar los perfiles competentes en la docencia, no por una prueba escrita, sino más bien por las competencias antes mencionadas en su desempeño profesional en el nivel que atiende y hacerlo in situ, en el lugar de los hechos reales y objetivos, con evidencias concretas, con el niño/a o adolescente que atiende.

El mejor juez para evaluar el desempeño de un profesional son los que reciben el impacto y beneficio de dicho desempeño, tal es el caso de los estudiantes y padres de familia, sin dejar de lado el personal que realiza acompañamiento docente y que conoce de educación en los tres saberes: conceptual, procedimental y actitudinal.

O sea, es importante evaluar; pero con fundamentos científicos y claros sobre lo que queremos evaluar y hacia dónde deseamos ir con las diferentes acciones ejecutadas en el proceso de evaluación.

Como dice un teórico: has buenas preguntas y obtendrás buenas respuestas. Una prueba escrita debe reunir tres condiciones básicas: confiabilidad, validez y dificultad, basadas además, en procesos democráticos de participación y socialización.

Se debe continuar con los esfuerzos para el logro de la calidad educativa y una estrategia para estimular al docente que cumple con su compromiso de manera integral y sancionar a quien no cumple, todo sustentado en las evidencias reales encontradas.

A cumplir con responsabilidad y dedicación el desempeño profesional y, como enseña la pedagogía, demostrando amor por lo que hacemos; conocimiento, para dominar el área de nuestro campo laboral, y autoridad para tomar las mejores decisiones para nuestro bien y para los demás involucrados en el proceso educativo.

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