En ocasión del Mes de la Familia vale la pena reflexionar acerca del papel que le corresponde cumplir a ese elemento base de la sociedad como pilar para la práctica de valores.
La familia ha jugado un rol muy significativo a nivel de la sociedad, especialmente en el legado o herencia que debe dejar para ser un ciudadano ejemplar en un grupo social determinado; en este caso, la sociedad hondureña. Un ciudadano ejemplar es quien demuestra valores y los practica en la vida cotidiana o contexto en el cual se desenvuelva. Para dejarlo más claro es repensar en un comportamiento digno en cada situación cotidiana y relacionada con la auténtica práctica de los valores que cada familia tiene; como el deber de formar en sus hijos y que puedan mostrarse en las variadas formas de comportamiento ya sea a nivel de la propia familia, escuela, iglesia, grupo de amigos y sociedad en general.
El deber que la familia debe cumplir con relación a los valores no es más que enseñar desde temprana edad la práctica de valores universales que se resumen en máximas como: “Instruye al niño en su camino que cuando fuere viejo no se apartará de él”. Educa en la niñez para no castigar cuando sea adulto.
Escuchamos muy a menudo que los valores se han perdido. La verdad es que los valores no se han perdido, siempre han estado ahí esperando a ser practicados y por no ser practicados es que somos víctimas de fracasos en la vida diaria como los problemas sociales de que somos testigos, problemas políticos a que nos enfrentamos, problemas económicos de los cuales somos trastocados, problemas educativos entre otros y que vivimos las consecuencias por falta de actitudes deseables y aceptadas por la sociedad. Hablar de práctica de valores radica en esencia en el núcleo familiar que es responsable de cimentar el pilar para la práctica de valores.
La familia es la única alternativa con fuerza para edificar y ayudar a construir desde la infancia que es la edad idónea para formar en valores y realizar de esta forma actitudes que nos lleven a ser hombres y mujeres de bien para uno mismo y la sociedad a la cual pertenecemos, también tener la capacidad de hacer juicios de valor en cuanto a la moral, la justicia social, el servicio a los demás, ser ejemplos de practicar los valores y ser coherentes con lo que decimos y pensamos en otras palabras ser honestos, auténticos, sin mascaras; dándonos a los demás especialmente a quienes necesitan más de nosotros y así buscar las alternativas y seleccionar los más correcto y evitar las consecuencias que luego lamentaremos por no elegir lo correcto; es decir, establecer bien la diferencia entre el bien y el mal, dejando como huella la marca de nuestras propias decisiones sin culpar a los demás, porque es responsabilidad nuestra elegir lo correcto, ser conscientes de nuestras elecciones y contar con una vida propia y digna en el marco de valores en cual fuimos formados.
Todo lo anterior nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿es la familia el ente sobre el cual se debe cimentar la práctica de valores? La respuesta definitivamente es sí. Los padres como líderes de la familia son actores determinantes para formar seres autos realizados, seguros de sí mismos y exitosos en lo que han decidido hacer de su vida. Pero también es determinante pensar cómo los padres pueden cumplir con ese compromiso que se les ha delegado desde el momento de formar parte de una familia.
Ahora bien, ¿qué conductas pueden favorecer a los hijos para que practiquen valores de beneficio individual y luego trasladarlos a la sociedad? Entre estos pueden mencionarse algunos como: contar con una apropiada actitud que los dignifique. En segundo lugar desarrollar la autonomía para que tome sus propias decisiones y asumir las consecuencias. En tercer lugar establecer diálogo o fundamentarse en una eficiente comunicación como miembro de una familia y personas importantes dentro del núcleo familiar; es decir, ser escuchado y escuchar a los otros. En cuarto lugar respetar y hacer que se respete a los demás. En quinto lugar asignarle responsabilidades, las cuales deberá cumplir y hacerlo sentir importante por la confianza depositada en él o ella.
Como padres podemos fomentar la práctica de valores siendo ejemplo de nuestros hijos/as, siendo perseverantes y conscientes de que podemos construir desde la infancia ciudadanos de bien, no perder la esperanza que podemos ser mejores cada día; además, demostrando actitudes claras de justicia, verdad y honestidad y sin perder la brújula de manifestar siempre el amor, que nos debe llevar a la práctica de la solidaridad, caridad, haciendo el bien y no dañando a nuestro prójimo, sin olvidar que como familia existe un deber inherente y es el de formar para edificar la práctica de valores para, vivir en una sociedad más justa y digna, valorando lo que somos y lo que tenemos.
Es importante dejar claro que no existen familias perfectas ni hijos/as perfectas, pues nadie nace sabiendo y menos conociendo como ser padre o hijo/a. Lo más importante es la actitud y ser un auténtico padre o madre, cumpliendo con la responsabilidad que nos compete, sin olvidar ser ejemplo sobre todo con respeto y con amor.