En momentos especialmente de angustia, pesadumbre y crisis, cuando aparentemente ya no hay esperanza ni salvación, encontramos en la Virgen de Suyapa una fuente de aliento, auxilio y protección.
Es que la Madre de Dios jamás nos desampara y, por el contrario, su infinita bondad y misericordia nos socorren, intermediando ante el Unigénito.
Sus hijas e hijos, de diversa condición social, económica y cultural, a lo largo de generaciones, ofrecen testimonio de su perpetua bondad, ternura y misericordia, de su permanente compromiso para con su pueblo.
Así, con el transcurso del tiempo los vínculos devocionales hacia el culto mariano crecen, se fortalecen y propagan dentro y fuera de los límites patrios.
Su tamaño diminuto contrasta con su inconmensurable amor, despertando sentimientos filiales entre su prole, la cual, anualmente, desde los puntos más alejados y remotos se desplaza hacia su hogar terrenal: la Basílica y el Santuario, para testimoniarle su afecto y gratitud.
Romerías y peregrinaciones multitudinarias procedentes tanto de tierra adentro como del exterior evidencian ese lazo recíproco de solidaridad que Ella genera. No arredran las distancias ni penalidades: lo que importa es testimoniarle personalmente nuestro agradecimiento por los favores recibidos, por las súplicas escuchadas, por las rogativas concretadas.
Tanto personas poderosas como humildes, ricos y pobres, letrados y analfabetas, civiles y uniformados, convergen desde los cuatro puntos cardinales para reunirse en la aldea de Suyapa, punto geográfico desde donde irradia su caridad y poder de convocatoria que nos unifica y vivifica, haciendo posible superar el divisionismo de clase y el antagonismo ideológico.
Como madre, desea que todas sus hijas e hijos, gobernantes y gobernados, conduzcan sus vidas por la ruta de la ética y la moral, de la ciudadanía participativa que prioriza el bien común antes que la satisfacción personal, velando por el bien del prójimo de forma solidaria, en ambiente de libertad, democracia efectiva, transparencia, honestidad y rendimiento de cuentas.
Con propiedad se ha afirmado que Ella forma parte esencial de nuestra identidad colectiva, de nuestra distintiva personalidad como nación multiétnica y pluricultural, por lo que se constituye en factor clave de integración social, de paz y armonía.
Le pedimos que, a pesar de nuestras debilidades y caídas, continúe protegiéndonos y amparándonos, individual y colectivamente.