Opinión

“Cuando quiere usted saber si la sopa está salada, ¿se la toma toda?”, respondió el joven especialista al sujeto que sin entender mayor cosa sobre encuestas, cuestionaba sobre la credibilidad de los datos de un minucioso estudio de investigación cuantitativo.

“Pues no”, respondió el increpado. “Sabemos que un sorbo basta y nosotros lo llamamos muestra”, le dijo sin pedantería el investigador. “Cuando esa muestra se obtiene bien, al igual que ese sorbo –continuó el experto-, puede representar muy bien a la totalidad de la población (universo) sobre la cual queremos conocer o indagar algo”.

Mucha gente no cree en encuestas ni en la fiabilidad de sus datos. A veces es por la incomprensión de cómo opera esta herramienta y la ciencia estadística; otras por un abuso en llamar “encuestas” a ejercicios que no lo son.

Hay quienes desconfían también porque existen quienes falsean resultados o hacen interpretaciones erróneas o mal intencionadas de la información obtenida.

En el proceso de ejecución de una encuesta se utiliza un cuestionario previamente diseñado, que sirve de guía a un entrevistador para recolectar respuestas de varias personas que conforman una muestra.

Para darle confiabilidad a los datos, se adoptan varias medidas en las diversas etapas del proceso que van desde la forma en que se selecciona la muestra hasta los análisis que permitan medir el error estadístico que proviene de no encuestar a toda una población dada, pasando por las preguntas específicas y hasta la manera en que se formulan las interrogantes a las personas (para evitar sesgos o influir en las respuestas).

Se trata pues de un ejercicio que requiere de diseño y manejo profesional, conocimientos, habilidades y ética.

Cuando falta uno de estos elementos o el proceso no incluye las medidas arriba mencionadas, una encuesta y sus resultados no son fiables.

En encuestas confiables a las que hemos tenido acceso (PNUD), al menos ocho de cada diez hondureños afirma que está insatisfecho con la forma en que funciona la democracia en el país, ocho de cada diez creen que la causa de todos los males del país es la corrupción e igual proporción tiene opiniones negativas sobre el rumbo actual y futuro del país.

En nuestro país, con frecuencia se publican en los medios de comunicación resultados de encuestas sobre política. En ellas se presentan datos sobre popularidad entre la población de las principales figuras nacionales, así como las tendencias en intención de voto.

Si el reporte de una encuesta arroja buenas nuevas para alguno, éste presume de los resultados favorables; si no, la reacción pública es parecida a la de la fábula sobre la zorra y las uvas: “están verdes”, dijo la raposa al no poder alcanzarlas.

Debería llamarle la atención a los liderazgos del país que también ocho de diez encuestados afirmen que al momento de emitir su voto es más importante el candidato que el partido político.

Si un candidato/a interpreta bien los deseos y expectativas de ese gran 80% y transmite confianza sobre su capacidad e intenciones, quizás tenga también el 80% de la elección en la bolsa.

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