El 15 de enero día del Señor de Esquipulas es una de las celebraciones de mayor renombre en Centroamérica ya que tiene miles de devotos a lo largo y ancho de la región e incluso en otras latitudes.
En esa fecha, en varios pueblos de Honduras se celebra la festividad e inclusive en algunos de ellos se lleva a cabo una manifestación mítico-religiosa denominada guancasco.
Varios investigadores coinciden en que esta es una tradición en pueblos con raíces lencas; de ahí que, salvo ligeras excepciones, estos encuentros denominados guancascos se llevan a cabo en pueblos del centro, sur y occidente de Honduras; regiones estas que durante la colonia tuvieron mayor presencia de población indígena lenca y donde por los niveles de organización de las comunidades indígenas, los conquistadores establecieron muchas fundaciones, algunas de las cuales desaparecieron en el devenir, mientras otras se mantuvieron y hoy forman parte de nuestra geografía.
El guancasco es una de las manifestaciones de mayor fortaleza cultural en Honduras, y es en esta festividad donde convergen una serie de elementos con connotaciones míticas y religiosas.
En Honduras existe un vacío en las investigaciones relacionadas con las distintas festividades “paganas” o religiosas a escala nacional; pero, en el caso del guancasco, al menos, contamos con descripciones desde mediados del siglo XIX y otras a lo largo del XX.
Se percibe que en la versión contemporánea de la festividad del guancasco coexisten elementos prehispánicos, coloniales y contemporáneos. Se sabe que se practica desde tiempos inmemorables, pero en su devenir y por el dinamismo cultural se han venido perdiendo elementos constitutivos, como las máscaras originales, que no necesariamente representaban figuras zoomorfas o antropomorfas.
Ahora aparecen otros elementos como ritmos modernos, trajes distintos o bien los mismos motivos de decoración que se utilizan en alfombras de colorido aserrín que le dan la bienvenida a los peregrinos. Se asume que el guancasco es un “encuentro de hermandad entre diferentes pueblos”, pero en cada celebración aparecen elementos distintos, y estos van a variar de acuerdo a las distintas regiones.
Es fácil deducir que los guancascos siguen un calendario litúrgico, y esto no es más que el resultado de los lineamientos que la Iglesia Católica utilizó para hacer coincidir las celebraciones “paganas” con las religiosas.
El guancasco de Ilama, Gualala y Chinda, en Santa Bárbara, es el único tripartito. Es vistoso y popular. El 15 de enero, día del Cristo Negro de Gualala, se lleva a cabo el guancasco de Gualala. El 1 de febrero, día en que inicia la feria en honor a la Virgen de Lourdes, se lleva a cabo el guancasco de Ilama.
El 2 de agosto, los pueblos mencionados visitan Chinda, y celebran el guancasco, al dar inicio la feria en honor a la Virgen de los Ángeles.
Resulta interesante el hecho de que los orígenes poblacionales de los tres pueblos presenten características propias. Veamos: Gualala es un pueblo de mayor arraigo y vínculos familiares de ascendencia española. Sus apellidos iniciales se conservan y con frecuencia esas familias han venido sosteniendo ciertas condiciones y prácticas de vida ligeramente particulares.
En el caso de Ilama, al igual que Gualala y Chinda tienen una serie de aldeas de tradición indígena arraigada, que por cierto son los más entusiastas y participativos al momento de las festividades.
A Ilama se le considera un pueblo con mayor presencia indígena sobre todo en las orillas del pueblo, y aún se conservan ciertas familias de blancos ladinos que viven próximos al centro urbano.
La componenda de apellidos difiere del resto de los pueblos mencionados, al grado que se ha forjado una especie de baluarte identitario, al sentirse orgullosos de ser descendientes y seguidores de los “hermanos Cipriano y Doroteo Cano”.
Chinda, por su parte, aunque aparece en documentos propios del siglo XVI, formando parte de los territorios de encomenderos, al igual que Ilama y Gualala, su población dio un giro interesante en función de la explotación de minas coloniales próximas al valle de Quimistán. Al concluir los trabajos mineros muchos negros se refugiaron o hicieron vida en poblaciones indígenas y Chinda en su casco urbano aún exhibe desde la fisonomía de sus pobladores, rasgos que denotan un fuerte componente de africanidad.
Sin que pretenda juzgar la herencia africana por los apellidos, es importante mencionar que los apellidos de Chinda se repiten muy poco en los pueblos vecinos de Santa Bárbara, pero sí coinciden con pueblos como Olanchito, en Yoro; y Salamá, en Olancho, que son pueblos con orígenes similares en cuanto a la presencia africana.
El guancasco, así como toda la festividad religiosa que le sirve de contexto, se planifica entre dos o tres meses previos a la gran festividad del día 15 de enero, tiempo durante el cual la imagen es paseada por varias aldeas de distintos municipios. El Cristo Negro, hace un largo recorrido, hasta que llega a la iglesia de Ilama.
Las familias de arraigada tradición reciben la visita del santo por una noche, y festejan entre cohetes y algarabías;y en las casas se prepara un esmerado altar, algunas veces hasta con frutas y granos de las últimas cosechas, en acción de gracias.
En la celebración nocturna se realiza un rezo largo que inicia a las siete, y en cada descanso se comparte café con pan, y en las familias adineradas se sirven tamales o se aliña una res para compartir.
Recibir el Cristo en sus casas es una tradición que ha venido a lo largo de generaciones. Mientras la imagen es festejada se recogen limosnas, algunas personas se desprenden de algunos bienes, según los favores recibidos y los donan al Cristo Negro.
Estas ofrendas son administradas por la Iglesia y sirven para algunos gastos del comité organizador. Una vez que la imagen ha recorrido las aldeas, se realizan los preparativos para ir a dejarla a su iglesia en Gualala. Existen en Gualala dos imágenes, una que reposa dedicada en el altar principal y que se trata de un cristo crucificado en madera con rasgos europeos; tiene barba y cabellera prolongadas.
La imagen mide 115 cm de alto; sin duda traída de Guatemala, y por sus detalles corresponde al siglo XVIII. Su rostro es muy expresivo y su cabeza inclinada hacia la derecha denota un conjunto de dolor que se complementa con los clavos de plata que lo sujetan al madero.
La otra imagen del Cristo Negro es de menor tamaño y es la que se venera en las aldeas. Se trata por igual de un cristo crucificado con tipologías similares, pero menos elaborado.
La imagen pintada en negro es la que se carga en un cajón en forma de cruz, y que normalmente por su peso solo es cargado por hombres. Resulta significativo que sobre la cruz aún se lee “Año de 1901- Jesucristo, Dios-Hombre-Ve, Reina–Impera”.
Aún más curioso resulta que los pobladores de Ilama, cuando van a encaminar al Cristo Negro hasta el lugar donde se encuentran los vecinos de las otras comunidades se hacen acompañar de un busto de la Virgencita Inmaculada. Los jóvenes elaboran máscaras con materiales desechables y representan figuras antropomorfas. Algunas mujeres confeccionan trajes vistosos, mismos implementos que van a ser utilizados para el “Baile de los negritos”.
Es revelador mencionar que las máscaras originales eran de madera, y salvo algunas excepciones, no se están utilizando, porque algunas se han perdido o forman parte de colecciones privadas. Casi siempre son cuatro o cinco parejas de bailarines a los que la tradición conoce como “negritos”, pero por sus máscaras felinas y sus excéntricos trajes se alejan de su denominación.
Ellos bailan al ritmo de marimba, carambas, sacabuches. Vale decir que los instrumentos anteriores a excepción de la marimba, no son comunes en Honduras. Los ritmos que se ejecutan son tan diversos como los trajes que se utilizan y quizás lo más destacable es el entusiasmo popular.
El encuentro de imágenes en el guancasco es la actividad más significativa y el lugar donde siempre se lleva a cabo es un espacio intermunicipal. Cuando ocurre, las personas que cargan las imágenes se arrodillan, simulando así que las imágenes se saludan. Sucede igual con los participantes, quienes se abrazan, cantan y gritan vivas a las imágenes y a los pueblos.
También se prepara un escenario de madera con palmas, juncos, petates etc., y desde un atril, los alcaldes discursan sobre la festividad, ratificando la unidad. Con frecuencia cada pueblo nombra a una joven, electa desde un concurso, como la reina del guancasco, y también son paseadas por el pueblo en carrozas. Una vez que las tres imágenes y las personas ya se han saludado, se disponen a salir en procesión hasta la iglesia de Gualala, donde se lleva a cabo una solemne misa.
La festividad también sirve para compartir la bebida emblemática del guancasco: el atol con rosquillas en miel o dulce de papaya (la pequeña y silvestre). Para su degustación se ha colocado un conjunto de mesas formando un gran rectángulo, a cuya cabecera principal se sientan los alcaldes de los tres pueblos participantes, luego se convoca por tandas a los feligreses, para degustar en guacal la deliciosa bebida.
En los últimos años los alcaldes han dedicado el guancasco a personajes sobresalientes o a gestores culturales, que han contribuido con el desarrollo de los pueblos mencionados. Es importante señalar que el guancasco es una festividad que refleja un sincretismo cultural digno de estudiarse y fomentarse, como un legado cultural valioso y, sobre todo, para lograr estadios de plena hermandad entre los pueblos.
Es oportuno, que desde nuestra frágil identidad nacional volvamos esa mirada indagadora a esta y otras expresiones populares.