El general de la de la infantería de marina John Kelly llegó al Congreso en marzo del 2015 con buenas noticias sobre Honduras, un país donde no son frecuentes.
Como líder del Comando Sur, había desempeñado un papel importante en los esfuerzos de Estados Unidos por frenar el flujo de drogas procedentes de Honduras y de otras naciones al sur de la frontera, una misión que reforzó sus atributos diplomáticos y lo ayudó a conseguir un trabajo más grande todavía: el de jefe del despacho presidencial de Donald Trump.
Kelly le dijo al Congreso en el 2015 que el gobierno hondureño trabajaba duro, junto con Estados Unidos, para combatir el tráfico de drogas y resguardar a sus ciudadanos de la violencia.
“Organizaciones de derechos humanos me han dicho que Honduras registra progresos reales”, manifestó.
Kelly no dijo qué organizaciones le habían dicho eso. De hecho, importantes agrupaciones que seguían el estado de los derechos humanos en Honduras estaban diciendo todo lo contrario.
Semanas antes de que Kelly prestase su testimonio, la organización internacional Human Rights Watch informó que Honduras seguía sufriendo de “una delincuencia desenfrenada y de impunidad en relación con los abusos de los derechos humanos”, y que los esfuerzos por reformar la policía y las fuerzas armadas de esa nación habían “registrado pocos progresos”.
La positiva evaluación de Kelly ante los legisladores reflejó su típica postura hacia Honduras y sus líderes durante los más de tres años en que encabezó el Comando Sur, con base en el sur de la Florida. Elogió a las autoridades políticas y de seguridad de Honduras por haber dado importantes pasos en la lucha contra la corrupción y por proteger los derechos humanos, a pesar de que los titulares de los diarios y los informes del gobierno estadounidense seguían relacionando a las fuerzas de seguridad de ese país con asesinatos y corrupción.
Hoy, los abusos de los derechos humanos y la corrupción gubernamental siguen siendo grandes preocupaciones en Honduras, a pesar de los millones de dólares que dio Estados Unidos en ayuda y de que Kelly y otros funcionarios estadounidenses aseguraran que estaban ayudando a limpiar las fuerzas de seguridad.
Si bien las estadísticas del gobierno estadounidense indican que el gobierno hondureño logró reducir en cierta medida el tráfico de cocaína y la violencia durante la gestión de Kelly, el país sigue siendo un punto de tránsito para la cocaína dirigida a los Estados Unidos y su tasa de homicidios lo ubica como uno de los países más peligrosos del mundo.
Estos asuntos cobran nuevamente prominencia esta semana, en que el presidente Trump ha vuelto a denunciar la inmigración proveniente de Honduras y otros países centroamericanos cuyos habitantes buscan escapar a las pandillas, la corrupción policial y otros flagelos. Trump está decidido a construir un muro a lo largo de la frontera con México para impedir el ingreso ilegal de inmigrantes.
La semana pasada planteó que efectivos de la Guardia Nacional debían colaborar en la vigilancia de la frontera y amenazó con cortar la ayuda a Honduras en momentos en que una caravana de migrantes cruzaba México.
“La gran caravana de gente de Honduras, que ahora está cruzando México y se dirige hacia nuestra frontera de ‘leyes débiles’, debería ser frenada antes de llegar allí”, dijo Trump en un tuit, agregando que está en juego el comercio con México, “lo mismo que la ayuda extranjera a Honduras”.
De último momento Trump suspendió su viaje a Perú para participar en la Cumbre de las Américas enfocada en la lucha contra la corrupción.
La Casa Blanca no respondió a preguntas de la Associated Press y no permitió que Kelly fuese entrevistado sobre su trabajo en Honduras, para preguntarle entre otras cosas qué organismos de derechos humanos le habían dicho que las cosas estaban mejorando en el 2015.
En un discurso público el año pasado, Kelly destacó su apoyo a los derechos humanos y dijo que visitaba periódicamente organismos que los defienden en los países donde se encontraba. Allegados a Kelly afirman que el militar encaraba numerosos retos en una región en la que los gobiernos son muy cuestionados y abunda el tráfico de drogas.
James Nealon, ex embajador estadounidense en Honduras y que considera a Kelly un amigo, dijo que el general no tenía otra alternativa que trabajar con “gente imperfecta y con instituciones imperfectas”.
Desde fines del 2012 a principios del 2016, Kelly forjó estrechos lazos con los militares y los jefes de seguridad hondureños, a pesar de que miembros del gobierno de Barack Obama expresaban preocupación por los vínculos entre el narcotráfico y altos funcionarios del gobierno hondureño, según entrevistas con más de 20 ex funcionarios de los departamentos de estado, defensa, la Administración de Control de Drogas (conocida como DEA, sus siglas estadounidenses) y funcionarios de seguridad nacional que colaboraron de cerca con Kelly, así como con defensores de los derechos humanos, ex funcionarios hondureños y académicos.
“El apoyo de Kelly al gobierno hondureño fue bastante incondicional”, declaró Mark Ungar, profesor de ciencias políticas del Brooklyn College y experto en reformas policiales que participó en encuentros a puertas cerradas entre Kelly y organizaciones de derechos humanos. “No los cuestionaba, no puso en duda su aptitudes ni sus políticas, lo que fue llamativo porque no es alguien que se prive de criticar a la gente”.
Hacia enero del 2016, en que Kelly pasó a retiro y dejó de dirigir el Comando Sur, Honduras seguía siendo una escala vital en el tráfico de drogas de América Central y del Sur hacia Estados Unidos.
Un informe del Departamento de Estado señaló que el sector oriental de Honduras seguía siendo “una escala importante para los traficantes de drogas que operaban por tierra y por mar”. Las autoridades hondureñas empezaron a extraditar a presuntos narcotraficantes a Estados Unidos, donde algunos fueron condenados. Pero no detuvieron un solo barco que se sospechase podía transportar drogas en el 2016, a pesar de que las autoridades estadounidenses les dieron pistas sobre “100 eventos que justificaban intervenciones”, de acuerdo con el informe.
Las fuerzas de seguridad del país, mientras tanto, siguen siendo blanco de denuncias de violencia contra sus ciudadanos y de complicidad con los carteles de las drogas.
En marzo, funcionarios de derechos humanos de las Naciones Unidas expresaron su preocupación porque las fuerzas de seguridad mataron a tiros a al menos 16 civiles, incluidos dos niños, en medio de protestas de que las elecciones presidenciales habían sido fraudulentas.
Zeid Ra’ad Al Hussein, alto comisionado de las Naciones Unidas para derechos humanos, afirmó que la “ya de por sí frágil situación de los derechos humanos en Honduras... probablemente se deteriore más todavía a menos que haya una verdadera rendición de cuentas por las violaciones a los derechos humanos”.
Dos altos funcionarios del aparato de seguridad han sido acusados de confabularse con los capos del narcotráfico. Un líder de una banda de traficantes declaró en un tribunal de Nueva York el año pasado que el cartel hondureño de los Cachiros había colaborado con el ministro de seguridad hondureño Julián Pacheco Tinoco y con otros altos funcionarios. En enero, la AP reveló que un informe confidencial del gobierno hondureño decía que el nuevo jefe de la policía nacional, José David Aguilar Morán, había ayudado a un traficante a hacer la entrega de casi una tonelada de cocaína en el 2013, mientras servía como jefe de inteligencia de la policía nacional.
El gobierno hondureño dijo en dos comunicados que las denuncias sobre Pacheco y Aguilar eran falsas.
El martes, el presidente hondureño Juan Orlando Hernández cortó el listón al inaugurar una nueva base para una unidad élite de la Policía Nacional, apoyado por EEUU. Hernández proclamó que empezaba una nueva etapa en la lucha frontal contra el narcotráfico, mientras Pacheco y varios oficiales estadounidenses veían.
Hernández dijo que Honduras había emergido de días de luto y dolor de cuando fue el país más peligroso del mundo, plagado por el narcotráfico, las armas y el crimen organizado que había “permeado hasta instituciones de seguridad del Estado”. Honduras no hubiese salido adelante sin la ayuda del gobierno de Estados Unidos.
El interés nacional
Como firme aliado de Estados Unidos que alberga la estratégica Base Aérea Soto Cano, Honduras fue uno de los principales destinos de los viajes de Kelly como estadista. Conocía los desafíos en esa nación y advirtió al Congresos obre la “corrosiva expansión” del crimen organizado transnacional en América Latina. Afirmó que en la región “se deteriora la seguridad de la ciudadanía, especialmente en Honduras”.
Kelly pensaba que América Central no necesitaba funcionarios que tomasen decisiones desde la comodidad de sus oficinas con aire acondicionado en Washington. Ex colegas dijeron que los funcionarios hondureños consideraban que Kelly no tenía ataduras con la estructura de poder de Washington y les agradaba la idea de que tenía una línea telefónica abierta y un avión. Kelly hizo 12 viajes a Honduras, el segundo destino que más visitó durante su gestión, superado solo por el centro de detención militar de Guantánamo, de acuerdo con los archivos.
Kelly sabía que el país sería clave en la lucha contra el narcotráfico ya que casi el 90% de las drogas provenientes de América del Sur pasaban por Honduras.
“Si quieres conseguir algo --y la diplomacia es el arte de lograr que otros gobiernos hagan lo que te beneficia a ti, y no necesariamente a ellos-- tienes que trabajar con la gente y las instituciones existentes”, manifestó Nealon, quien fue embajador en Honduras del 2014 al 2017. “Tienes que sopesar las decisiones cuidadosamente, examinar constantemente tu conciencia, y estar lo más seguro posible de que en un mundo incierto, los intereses nacionales y ‘lo que corresponde hacer’ son la misma cosa”.
Kelly entabló lo que describió como una amistad con el nuevo presidente electo de Honduras Juan Orlando Hernández, el candidato del partido de gobierno que prometió imponer el orden. Hernández buscó contactarse con Kelly antes de asumir como presidente en enero del 2014. Los dos cenaron en una residencia privada de Miami y volvieron a verse cuando Kelly fue de paseo a Tegucigalpa semanas después.
El general de cuatro estrellas se atribuyó parte del mérito más tarde por lo que consideró los progresos registrados por ese país de nueve millones de habitantes y dijo que estaba encaminando las relaciones entre Estados Unidos y Honduras cumpliendo un papel diplomático que rebasaba sus funcionar militares.
“Soy un militar, tengo un campo de maniobra muy estrecho”, comentó Kelly en una entrevista publicada en el 2015 por el Pacific Council on International Policy. Pero agregó que a veces rebasa sus funciones puramente militares “porque veo muchas cosas que pasan sobre las que nadie hace nada. Tengo relaciones muy estrechas con estos países: los militares, los líderes civiles, incluso sus presidentes. Puedo llamar a un presidente y me va a responder más rápidamente que a casi cualquier otro que lo llame”.
Toma las riendas
Kelly se enlistó en la Infantería de Marina en 1970, pasó tres temporadas en Irak, fue asesor del secretario de defensa en Washington y luego pasó al Comando Sur, que vela por los intereses militares de Estados Unidos en 31 países de América Latina y el Caribe.
Kelly asumió sus nuevas funciones con el mismo ímpetu de siempre, imponiendo su liderazgo.
“Era muy querido y respetado”, expresó el capitán de la Armada Robert Newson, quien trabajó brevemente con Kelly en el Comando Sur. “Palpas la energía cuando un líder como él entra a una sala”.
Con una guerra activa en Afganistán y el surgimiento de la organización Estado Islámico, el Consejo de Seguridad Nacional y las altas esferas del Departamento de Estado no tenían mucho tiempo para dedicarle a América Central. Kelly vio que había un vacío diplomático que él podía llenar, según Mark Schneider, ex subdirector de la Agencia para el Desarrollo Internacional que participó en reuniones con Kelly.
Cuando Kelly llegó al Comando Sur en el 2012, las primeras páginas de los diarios publicaban casi a diario informaciones de asesinatos y de represión, que se dispararon tras un golpe en el 2009. Cada tanto aparecía el cadáver de un periodista que informaba sobre el golpe o sobre abusos del gobierno. El Departamento de Estado dijo que policías corruptos habían “participado en delitos con organizaciones criminales locales e internacionales” y que “seguía habiendo casos en los que militares o policías sospechosos de haber cometido violaciones a los derechos humanos no eran investigados ni castigados”.
“El general John Kelly debe haber sabido de la impunidad, la corrupción y los lazos entre ellos y la violencia que alentó un aumento en la emigración espontánea en Honduras bajo su gestión”, afirmó Fulton Armstrong, quien trabajó en Honduras y en otros sitios de América Central y México para la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Menos de dos meses después de asumir como jefe del Comando Sur, Kelly se reunió con el predecesor de Hernández, Porfirio “Pepe” Lobo. Durante ese encuentro en un salón del palacio presidencial de Tegucigalpa, Kelly prometió ayuda humanitaria, maniobras militares conjuntas y otra asistencia de Estados Unidos.
Varios ex funcionarios de los departamentos de Estado y Defensa y de la DEA dijeron que les preocupaban los supuestos lazos entre el narcotráfico y Pacheco Tinoco, el general que Lobo designó en el 2013 como Director Nacional de Investigación e Inteligencia.
Kelly se reunió con Pacheco al menos dos veces en los dos años siguientes, incluida una en la que una delegación hondureña acompañó al sucesor de Lobo, el presidente Juan Orlando Hernández, durante una visita al Comando Sur para analizar las amenazas y la cooperación en temas de seguridad. Hernández posteriormente nombró a Pacheco como ministro de Seguridad y le encomendó hacer una purga de elementos corruptos de la policía.
Un informe gubernamental del 2013 de Honduras obtenido hace poco por la AP afirma que una “organización criminal” había estado operando dentro de la Policía Nacional y del Ministerio de Seguridad por más de una década.
El informe confidencial aseguraba que “oficiales activos de la policía, oficiales de las Fuerzas Armadas de Honduras, personalidades de la política hondureña y altos funcionario públicos” estaban “utilizando los helicópteros y patrullas policiales para el transporte de la droga en distintas partes del país a la frontera de la república de Guatemala para que sea transportada hasta los Estados Unidos de América”.
Las operaciones involucraron a varias organizaciones hondureñas de narcotráfico y al cartel mexicano de Sinaloa, que usó Honduras para transportar toneladas de drogas de Colombia a Estados Unidos, de acuerdo con el informe del inspector general del Ministerio de Seguridad. Al menos siete ex oficiales de la policía hondureña están detenidos en Estados Unidos en conexión con un caso vinculado con otra organización de traficantes, el cartel de los Cachiros.
Kelly reconoció el riesgo que representaba involucrarse con la policía y le dijo a legisladores estadounidenses durante una audiencia de abril del 2014 que “la policía de la mayor parte de la región es totalmente corrupta o está tan intimidada que no hace su trabajo”.
Ex colegas de Washington dijeron que Kelly cabildeó efectivamente para que se asignase dinero a programas para América Central. El gobierno de Obama aumentó la ayuda a la región en el 2014 después de llegar a la conclusión de que mejorar la seguridad y la gobernabilidad de Honduras, Guatemala y El Salvador beneficiaría a Estados Unidos.
Entre bambalinas, Kelly se reunió con los comandantes de la policía hondureña e invitó a altos oficiales a la Conferencia anual de Seguridad en América Central, que en el 2015 estuvo auspiciada por el Comando Sur y las Fuerzas Armadas hondureñas. Fue la primera vez que los líderes de la policía hondureña fueron invitados el evento, dijo Kelly a los periodistas. “Ahora hemos decidido trabajar más de cerca”, indicó.
A medida que más gente emigraba de la región, Kelly encabezó un esfuerzo para integrar la policía hondureña a una fuerza de tareas en la frontera entre Honduras y Guatemala compuesta por efectivos de la policía y las fuerzas armadas de las dos naciones.
Kelly pidió 103 millones de dólares para la seguridad fronteriza, incluyendo una fuerza de tareas hondureña que hubieran requerido 42 Jeeps, infraestructura y capacitación, según un documento del Comando Sur presentado ante una comisión legislativa. Los legisladores rechazaron el pedido de fondos, pero la fuerza de tareas puede haber recibido ayuda de otros canales del gobierno estadounidense, de acuerdo con el portavoz del Comando Sur José Ruiz.
Hacia marzo del 2015, Kelly elogiaba la “increíble” labor de Hernández en la lucha contra el narcotráfico y destacaba una merma en la cantidad de aviones de traficantes que aterrizaban. Honduras seguía siendo un importante punto de tránsito de la cocaína, según un informe del Departamento de Estado publicado en el 2015, pero hubo algunas mejoras: En el 2013, el 75% de los vuelos con drogas de América del Sur hacían escalas en el país, comparado con el 60% un año después. Hernández estaba decidido a reducir la violencia y proteger los derechos humanos. “Debido a ese compromiso que tiene, cuando solicita ayuda, hago un par de cosas”, dijo Kelly en una entrevista con un diario hondureño.
Kelly destacó los esfuerzos del gobierno de Hernández en su declaración en el Congreso ese mismo mes.
“La situación es particularmente alentadora en Honduras, donde el gobierno trabaja duro para combatir el tráfico de drogas, restablecer la gobernabilidad en áreas remotas y tomar medidas importantes para proteger los derechos humanos”, expresó Kelly.
Esos comentarios contradecían lo que las organizaciones defensoras de los derechos humanos le habían estado diciendo a Kelly, de acuerdo con Adam Isacson, director de la Veeduría de Defensa de la Oficina de Washington para América Latina.
“Este no es un momento en que las cosas estén mejorando en Honduras”, afirmó Isacson, quien participó en reuniones sobre derechos humanos en el Comando Sur. “Nadie hubiera dicho que los derechos humanos estaban mejorando en Honduras por las acciones de las fuerzas de seguridad”.
Kelly mantuvo encuentros periódicos con organizaciones de derechos humanos, pero no parecía muy receptivo a las críticas, según varios participantes.
Juan Ángel Almendares Bonilla, médico hondureño y activista por los derechos humanos, contó que Kelly perdió el control en una reunión con grupos de derechos humanos en el 2015 luego de que él criticó el papel de Estados Unidos en América Central.
“Le dije, ‘general, no estoy de acuerdo con usted porque las políticas de estrategia militar y la geopolítica de Estados Unidos son algunos de los principales factores que contribuyen a la violación de los derechos humanos”, recordó Almendares. “Obviamente podíamos ver que Kelly estaba bastante enojado porque le preguntó a los demás, en un cierto tono, ´¿están de acuerdo con este señor en que la misión militar de Estados Unidos debería irse de Honduras?’. Casi nadie respondió”.
En abril del 2016, unos meses después de que Kelly dejara el Comando Sur, Hernández anunció la creación de una comisión para limpiar la policía. La comisión afirma que sacó a casi 5.000 agentes de la fuerza, pero organizaciones de derechos humanos cuestionan la efectividad de la purga.
Berta Oliva, coordinadora del Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Honduras, una organización de derechos humanos, sostuvo que la purga fue “un acto somero” y que muchos oficiales corruptos habían sido protegidos.
“Mientras no hay una verdadera voluntad política para mejorar investigación en temas de corrupción, en temas de violación de derechos humanos, no va a haber ningún avance”, manifestó.
La Casa Blanca
El presidente electo Trump trajo a Kelly de vuelta al gobierno en diciembre del 2016, pidiéndole que encabezase el Departamento de Seguridad Nacional. Dijo que Kelly era un líder, “la persona indicada para dirigir la urgente misión de frenar la inmigración ilegal y reforzar la vigilancia de nuestras fronteras”.
En julio del 2017, Trump le pidió a Kelly que se hiciese cargo de la jefatura de su despacho. El presidente hondureño Hernández dijo que esperaba que ese nombramiento ayudase a su país a sacarle el mejor provecho a su relación con Estados Unidos.
A fines del año pasado, luego de que Hernández fuese declarado ganador de la elección presidencial, miles de hondureños salieron a las calles y acusaron al gobierno de robarse la consulta mediante un fraude. Investigadores de las Naciones Unidas dijeron que las fuerzas de seguridad habían usado la fuerza en exceso contra los manifestantes, golpeando y pateando a algunos y que les había disparado a otros que estaban alejándose. Al menos diez transeúntes murieron o resultaron heridos por balas perdidas de la policía, que “abrió fuego indiscriminadamente contra los manifestantes”, señaló el informe.
En medio de la crisis generada por la votación, el gobierno de Trump certificó que Honduras había progresado en la lucha contra la corrupción y en defensa de los derechos humanos, despejando el camino para que Honduras recibiese millones de dólares en ayuda.
En la Casa Blanca Kelly ha tenido poco tiempo para hacer gestiones públicas con sus antiguos aliados latinoamericanos sobre asuntos de seguridad. Una tarde reciente en el Comando Sur, el capitán Newson dijo a la AP que Kelly dejó una sólida red de contactos en América Central y que los funcionarios del departamento de Defensa habían estado aprovechándolos para combatir amenazas en la región de China, Rusia y Estado Islámico.
En un discurso que dio días antes de asumir como jefe de despacho de la Presidencia, Kelly mencionó su paso por el Comando Sur y sus experiencias con Honduras y sus vecinos como prueba de su compromiso con la protección de “la gente del sur” ante la violencia política.
“Trabajamos muy, muy duro para tratar de influir en las vidas de personas que viven en sitios como América Central”, declaró Kelly ante una audiencia en el Aspen Institute. “Mucho de lo que hacía día tras día, semana tras semana, año tras año, estuvo relacionado con el desarrollo social y económico y siempre, siempre, siempre, con los derechos humanos”.