Alegría, nostalgia, entrega, valentía, liderazgo, consuelo, consejo y orientación son solo algunas de las representaciones para describir a una madre, pero al final todo se resume en amor.
Este día, segundo domingo de mayo, se conmemora el Día de la Madre en Honduras, una fecha donde el sentimiento por agradar a la mujer que nos dio la vida es intenso, masivo, sincero y sobrepasa cualquier otra celebración nacional.
Los más dichosos podrán visitarla, consentirla, entregarle algún presente o simplemente fundirse en un abrazo infinito.
Almuerzos, fiestas, pasteles, regalos, todo por mamá, aunque al final del día a ella solo le interesa que sus pequeños, porque en su mente siempre serán niños, se trasladen por el camino del bien, caso contrario se llevarán un jalón de oreja y un regaño amoroso.
Hay otros, por su parte, que no tienen más opción que aferrarse a una fotografía, sentarse en su última morada o traerla a su mente en los pensamientos, con la dicha que si fueron buenos las lágrimas se convertirán en sonrisa, y si fue lo contrario la pena de no haberlo entregado todo los hará llorar mucho.
Amas de casa, enfermeras, doctoras, maestras, policías, bomberas, tortilleras, secretarías, periodistas, costureras, aseadoras, niñeras, abogadas, todas madres con innumerables compromisos por hacer, pero con el tiempo exacto para criar a sus hijos y entregarles lo mejor.
Algunas con el apoyo de su pareja, pero muchísimas solas, en un doble esfuerzo impresionante del que solo son capaces ellas, pues nadie se va a quitar el bocado de la boca por alguien, más que mamá.
El sentimiento de ser madre lo describen casi en conjunto como la mayor felicidad en el mundo, y pese a que a sus hijos no sean precisamente los mejores, siempre serán bienvenidos.
Su compromiso lo enfrentan con valentía y al final de su carrera, que es la más larga de todas, solo esperan ver en sus hijos el reflejo de personas de bien para descansar y entender que todo el esfuerzo valió la pena. Felicidades madres hondureñas, las mejores del mundo y sin duda cinco estrellas.
A la hora de combatir el fuego es una aguerrida mujer que lo entrega todo y en su casa tiene un club de fans muy especial, que siempre le piden a Dios que les cuide a su mamá. Entre cascos, pesados chalecos, guantes, capuchas especiales y mangueras transcurren los días de Jessica Yohana Oliva (31), una valiente mujer bombero que rompió estereotipos para servir a su país.
“Mis hijos me dicen que se sienten orgullos de tener una mamá bombero y les encanta cuando salgo en las noticias”, relató emocionada la valiente madre.
Oliva confesó que nadie en su familia tomó muy feliz la idea de que entrara al Benemérito Cuerpo de Bomberos, pero 12 años después de servicio asegura que “fue una decisión acertada”.
En su rol de madre, Oliva trata de ser la mejor, “tengo tres hijos, David, Sofía y Ethan, son mi adoración y lucho por ellos cada día de mi vida”.
Consciente de su responsabilidad, la joven madre confió que “es muy difícil cuando están pequeños, aquí hacemos turnos de 24 horas seguidas y no digamos cuando toca dejarlos de apenas 40 días, pero hay que hacerle frente”.
Oliva comentó que está felizmente casada y está clara que lo suyo en una vocación, “me encanta poder ayudar, eso es lo que me motiva”.
A futuro espera que sus hijos se preparen y pueda “ser mi mejor versión, cada uno decidirá qué trabajo va a escoger, en lo que a mí respecta está apoyarlos para que puedan alcanzar las metas”.
Aprovechando la fecha especial, la joven bombero destacó el profundo amor que siente por su madre, doña Reina Gómez, a quien espera poder abrazar hoy domingo. Suyapa Funes: “Trabajo por ellos para que salgan adelante”
El inclemente sol golpea con fuerza el colorido paraguas color amarillo y blanco de doña Suyapa Guadalupe Figueroa, una luchadora vendedora de tortillas, madre de tres hijos y esperando otro más que se levanta cada día a trabajar para sacar adelante a su familia, sin ayuda de nadie.
“Todos estudian, gracias a Dios, la venta de tortillas me permite mandarlos al colegio y a la escuela y no me quejo porque ellos están aprovechando, son buenos estudiantes”, comentó la alegre señora.
Figueroa relató que han pasado ya 20 años desde que comenzó a vender tortillas en la entrada a la colonia 3 de Mayo, “poco a poco agarré mi clientela y con esto sobrevivimos”.
Como muchas otras mujeres, la señora es una madre soltera que le tocó hacerle frente a la vida sin apoyo de una pareja, pero eso jamás la iba a detener.
“Me siento orgullosa de mis hijos y siento que ellos de mí también, ser madre es algo lindo, pero sobre todo una gran responsabilidad, yo me levanto con ánimos y trabajo por ellos para que salgan adelante”, explicó la señora.
Su horario de trabajo está dividido en dos: por la mañana prepara las tortillas en su casa para llegar en punto de las 11:00 AM a su puesto, luego en la tarde vuelve a moler para poder llevar producto desde las 5:00 PM en adelante.
Como a muchas personas, muchas veces le va mal, pero “siempre confío en Dios, porque nada mejor que ganarse lo poco honradamente y con el sudor de la frente”. Diana Guerrero: “Ser madre es algo único, es un regalo de Dios'
Pasaron 17 años para que Diana María Guerrero Padilla, una carismática maestra de primaria de la Southern Bilingual School, volviera a sentir en su vientre los movimientos de un bebé.
“Estoy nerviosa como la primera vez, pero confío en Dios que todo va a salir bien, dejé pasar bastantes años, pero estoy muy feliz, ser madre es algo único, especial, un regalo de Dios que hay que disfrutar y asumir con mucha responsabilidad”, comentó.
Reconoció que su embarazo de poco más de ocho meses la tiene un poco inquieta, feliz, a ratos nerviosa, pero eso no impide que atienda con una sonrisa a sus otros hijos, que alegran sus días y en más de alguna ocasión le sacan canas verdes.
La joven maestra explicó que su vocación de educadora va muy de la mano con amar a los niños como una madre, y dando clases a unos 70 menores las muestras de amor son espontaneas por parte de los alumnos.
“La mayor parte de su día pasan aquí, a uno le comentan sus chistes, sus tristezas, locuras, los vemos reír, llorar, entonces la unión es muy fuerte”, relató Guerrero.
La maestra comentó que uno de los momentos que más pensativa la pone “es ahora que me voy a retirar por el embarazo, mis alumnos me van a hacer una gran falta, con algunos llevo varios años y es primera vez que nos separamos a mitad de año”, explicó.
El cari ño de sus alumnos es evidente y quedó plasmado al momento de fotografiarse, todos querían ser parte.
Al salir de la sala de parto, la noticia que Kenia Jessenia Mayorga Amador, una joven enfermera madre de dos pequeños niños, recibió fue impresionante: “No sabía que mi niño iba a nacer con Síndrome de Down”.
Hoy, tres años después, Johan Enrique Ramírez es el dueño de su corazón y aunque la carga que lleva es muy pesada, “el amor que me da recompensa todo”.
Enfermera por vocación, Mayorga comparte su tiempo entre la gran cantidad de consultas y terapias de su hijo y su papel como enfermera en el Hospital San Felipe, donde en poco tiempo se ha ganado el cariño de la mayoría de sus compañeros.
La joven mujer es madre soltera, pues su esposo “falleció cuando el niño apenas tenía cinco meses, desde ahí me tocó sola, pero Dios nunca me ha dejado de la mano”.
Argumentó que como madre y enfermera los turnos son agotadores, “cuando salgo de turno de noche llego y me tocan muchas veces llevarlo a terapia”.
La muchacha explicó que su pasión por la enfermería es muy fuerte: “Me gusta la atención directa al paciente, por eso me gusta más estar en sala que en consulta externa”.
Consciente de la situación de su pequeño, confía en Dios poder acompañarlo por mucho tiempo, “sueño con ver a mi hijo lo más independiente posible”.
Explicó que como madre de una segunda bebé la responsabilidad es más grande, pero está hecha para retos grandes.
En un pequeño puesto de madera con una colorida hamaca, papayas, sandías, piñas y guayabas, una mujer lucha por sacar adelante a su familia. Ella es doña Dunia Hernández, una vendedora de frutas de la colonia El Carrizal, al norte de la capital.
Con un poco de pena ante la cámara, la sonriente dama relató que es madre soltera. “Tengo tres hijos, María, Jessica y Zoe, me siento feliz de tenerlos y doy todo por ellos”.
Consciente de la responsabilidad de ser mamá recordó parte de su niñez, pues “yo no tengo recuerdos de mi mamá, ella me dejó muy pequeña, la volví a ver grande y eso me motiva a no hacer lo mismo, por eso siempre estoy para mis hijos”.
Explicó que luchar sola no es fácil, las ventas muchas veces no van bien, hay un alquiler que pagar, gastos de servicios básicos, pero tiene que hacerle frente ante la adversidad: “Ellos necesitan estudiar, salir adelante, yo soy quien puede apoyarlos nadie más y mientras pueda lo voy a hacer”.
Reconoció que muchas veces, cuando los hijos crecen, toman su rumbo y se alejan de sus padres, pero “eso no importa, ellos sabrán cómo agradecer lo que yo hago, en lo que a mí respecta le diré que mis hijos son mi motor que me impulsa para seguir adelante”.
Por ahora su mayor compañía es Zoe, de apenas dos años, quien disfruta de largas siestas en la hamaca y por ratos de juegos en una canchita cercana al puesto de frutas de su mamá. “Ser madre es algo lindo, no cambiaría por nada del mundo a mis hijos”. Carolina Cruz: “Los consiento, pero si toca regañarlos lo hago”
Mientras esperaba el transporte público, EL HERALDO sorprendió a Deyvy Carolina Cruz (25), una joven madre de dos pequeños angelitos.
“Voy para Danlí a visitar a mi mamá por el Día de la Madre, le vamos a llegar de sorpresa con mi pareja y los niños”, explicó la muchacha.
Cruz relató que los buenos recuerdos que tiene de su madre es lo que la motiva para ser buena con sus hijos. “Nos dio amor, pero cuando tocaba castigo lo hacía, lo mismo trato de hacer yo, los consiento, están pequeños, pero si tocar regañarlos lo hago”.
Actualmente viviendo en el municipio de La Venta, la joven madre detalló el sentimiento que la embarga como madre.
“Una felicidad increíble, no quisiera que crecieran, los amo, es una bendición ser mamá y poder estar cerca de sus hijos”, argumentó.
La muchacha explicó que en más de alguna ocasión sus pequeños la hacen perder la paciencia, “hay ratitos que ni quiera Dios”, bromeó.
Consideró que como madre su mayor anhelo es poder ver a sus hijos realizados, como personas de bien, cercanos a Dios, con trabajo y una preparación que les permita ser alguien en la vida.
“Para eso nos debemos esforzar, para que ellos puedan tener todo, tal vez cosas que nosotros no pudimos, pero lo más importante es hacerles ver que todo en la vida tiene un sacrificio”. Antes de abordar la unidad, la joven madre besó a sus pequeños: Nazareth no dudó en corresponder; Engel no pudo con la pena.