Honduras

Entramos a la zona covid-19 de El Tórax y constatamos la lucha desigual

EL HERALDO ingresó al Instituto Nacional Cardiopulmonar El Tórax y encontró que su personal enfrenta al virus en medio de graves limitaciones por el desabastecimiento de insumos y falta de equipo

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05.06.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-¡Se va a asustar!, exclamó Milagros Betancourth, encargada del almacén de El Tórax, antes de permitir el ingreso de EL HERALDO.

Tenía razón, ¿pero cómo terminaron así?, desabastecidos, en medio de una pandemia.

Peor aún, su capacidad hospitalaria para pacientes covid-19 está casi al tope y el cupo en un par de semanas será imposible.

De 107 camas disponibles, 78 están ocupadas, podrían ampliar 20 cupos más pero dependen de la contratación de más personal, con el que cuentan no dan abasto para más.

Las seis camas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) están ocupadas, tienen cuatro ventiladores mecánicos en mantenimiento y 32 más que les donó Copeco que no tienen sensores ni cables, por lo que permanecen en una bodega.

Contabilizan 40 personas fallecidas sospechosas por covid-19 y apenas el Laboratorio Nacional de Virología les ha podido confirmar seis, pues tienen tres semanas de atraso en resultados de pruebas PCR. Además de tener cinco de sus doctores y tres enfermeras
contagiados.

A pesar de todo, están dando la batalla, atendiendo enfermos de covid-19 en la etapa tres de la enfermedad, cuando están en una condición crítica.

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El Tórax

Apoyada en una columna en el lado izquierdo del portón de acceso al Instituto Nacional Cardiopulmonar El Tórax, aguarda una anciana. Recién se bajó de un taxi con ayuda de otra mujer.

Se ve cansada, aún con la mascarilla puesta en sus ojos se marcan las arrugas, está angustiada, se percibe su miedo y respira con mucha dificultad. Su acompañante hace gestiones para que la dejen ingresar.

-Ahorita viene el doctor, aseguró un guardia con voz suave. En el acceso hay más personas, algunas cargan “panitas” llenas de comida, otras esperan noticias de sus familiares, el movimiento es lento, pero los pacientes no dejan de llegar.

Minutos después, apareció el médico, con una indumentaria casi sacada de una película de ciencia ficción, le tomó un par de datos y la temperatura para luego permitirle la entrada.

Casi al mismo tiempo, el guardia -solo anda mascarilla- salió de nuevo para informar.

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“¡Hey!, ya puede pasar”, le dijo a EL HERALDO, luego advirtió, “hay otro medio de comunicación, cuando salgan ellos de la oficina de la directora puede entrar. Allá es, no
se pierde”.

Bonitos jardines, árboles frondosos, senderos bien delimitados y edificaciones de piedra son parte de la fachada de El Tórax, fundado en 1948 con apoyo de Estados Unidos y donde al día llegan entre 350 a 400 hondureños en busca de atención.

Actualmente es hospital covid-19 y, por la experiencia de sus profesionales, el mejor lugar para combatir la enfermedad.

Tras una hora de espera, Nora Maradiaga, directora de El Tórax, estaba lista para la entrevista.

Su espacio de trabajo es pequeño, consta de un escritorio con muchos papeles, una silla, atrás una pizarra con anotaciones administrativas, un monitor que está conectado a las cámaras de vigilancia de la institución y unas ocho sillas donde reúne a sus empleados.

La conversación fue rápida, sus empleados denunciaron públicamente falta de insumos de bioseguridad, problemas en la maquinaria, falta de oxígeno en el tanque que abastece el hospital, respiradores mecánicos dañados y otros, a pesar de estar nuevos, abandonados en la bodega porque el gobierno los mandó incompletos para funcionar, entre otras falencias en la institución.

Maradiaga aceptó algunas cosas, otras las desestimó bajo argumentos bastantes convincentes, ante eso “¿y si mejor demostramos con pruebas la situación real?”, retó EL HERALDO.

“¿Qué hora es?, si pasan las tres, ya no hay nadie en la bodega”. Eran casi las 4:00 PM. Tomó el teléfono e inmediatamente del otro lado de la línea contestó una mujer. “Voy para allá”, le dijo, y a EL HERALDO le aseguró: “Tiene suerte”.

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Recorrido

Al salir de la oficina de la directora, en medio de un pasillo había dos bolsas negras y un par de cajas, unas arriba de otras, eran insumos de bioseguridad que les habían donado.

Maradiaga explicó que muchas instituciones y empleados pasan pendientes de El Tórax y han mostrado su generosidad.

En las cajas había guantes, la directora los sacó para mostrar y después enseñó un kit con varios insumos, “así se los vamos a dar ahora a los empleados”, dijo.

La caminata comenzó bajo una muy leve llovizna que apenas alcanzaba a percibirse, El Tórax luce desolado y las pocas personas que se ven andan con trajes de bioseguridad que cubren casi todo su cuerpo.

La distancia entre la oficina y el almacén de insumos es relativamente corta, la bodega está ubicada al fondo del hospital, hay dos entradas, una pasando por las salas covid-19 y otra por un costado, donde producto de la lluvia había bastante lodillo.

Al recorrido se sumaron dos jóvenes, ambos con cargos administrativos, quienes reforzaron las opiniones de la directora.

Al llegar a la bodega, había dos personas, un joven en un escritorio y Milagros, responsable del departamento, quien inmediatamente se puso de pie para atender a los visitantes.

“Ando con EL HERALDO, vamos a entrar”, dijo Maradiaga.

La mujer, sin mucho preámbulo y sin pelos en la lengua, dijo: “Se va a asustar”, antes de permitir el acceso al almacén de insumos.

La zona está divida en tres espacios, todos con estantes de madera y metal, organizados según el tipo de medicamento. Hay productos en el suelo, pero se mantiene bastante ordenado y con espacio suficiente para movilizarse.

En el caso de los insumos de bioseguridad covid-19, están a la mano, en la entrada, pero hay muy pocos.

Los primeros estantes de las orillas -tanto a la izquierda como a la derecha- estaban vacíos, los demás, diezmados con pocos productos.

La directora trató de explicar que “el consumo de insumos es altísimo, diariamente se necesitan los materiales y se tienen que estar desechando”.

La encargada del almacén aseguró que están en apenas 10 por ciento de abastecimiento de insumos covid-19, mientras se pasaba la mano por su cabeza con preocupación.

Maradiaga, por su parte, le recordó que habían llegado algunas batas, guantes y otras cosas, tratando de incrementar el porcentaje.

Ambas difirieron un poco y en un cruce de miradas no muy amigable concluyeron que, por mucho, estaban en un 20 por ciento abastecidos.

Entre la plática, las mujeres empezaron a sacar insumos y a explicar cómo se van quedando sin nada.

“Hay productos que son para más tiempo como estás mascarillas (N95), pero los empleados se cambian varias en un mismo día, las botas también las ponen en bolsas rojas sabiendo que se pueden utilizar varias veces y así, doble batas y otras cosas, entonces no se aprecia cuando hay. Claro, no voy a negar que Sinager es como un padre con muchos hijos, descuida mucho a algunos, como a nosotros”, dijo.

Milagros, por su parte, se identificó con sus compañeros, “se cambian las mascarillas porque las sudan bastante”, murmuró. Para tratar de ordenar el consumo se decidió que a partir de ahora la distribución de insumos será por kits.

“Es un nuevo sistema de distribución de equipo de protección personal, que ella (almacén) ya no lo va a dar, sino que va a ser la central de equipo y sala de operaciones, se llevan las cajas y hacen los kits, que traen una mascarilla, bata, botas, guantes, mascarilla descartable y un gorro”.

En la segunda etapa de la bodega se observó más robusta y es que a nivel general el almacén está a un 65 por ciento de su capacidad, pero en relación a los productos específicos para covid-19 no superan el 20 por ciento.

Entre las diferentes cajas destacaron unas pegadas a una esquina, solo una estaba medio abierta.

Eran los ventiladores mecánicos que les entregó la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) para combatir el covid-19, ¿pero por qué están abandonados en una esquina del almacén?

“Son 32 en total, se les conoce como ventiladores de transporte, los trajo Copeco, el problema es que no tienen cables y sensores. Hoy platicaba con la doctora Yolany Bartres y ella ha conseguido con el doctor Cosenza que estos ventiladores sean funcionales y regresen para utilizarlos”.

La tercera etapa del almacén apenas se observó pues eran productos varios que no tienen que ver con la emergencia.

Al ir saliendo se volvió a enfatizar sobre la poca cantidad de insumos de bioseguridad y la urgente atención de Sinager.

Salas covid-19

Al salir del almacén, solo hay dos rutas, volver por el extremo lleno de lodo o pasar por las salas covid-19.

Entre 12 y 15 quince gradas separan el almacén de la entrada a la zona de coronavirus.

Un cinta de color amarillo con la palabra “precaución” plasmada varias veces y que está apartada en un silla da la bienvenida. Una vez arriba se puede observar tres de las seis salas covid-19.

Las puertas de vidrio permiten observar a los desafortunados pacientes acostados en sus camas, conectados al oxígeno y luchando contra el virus.

Se pudo observar a diferentes médicos y enfermeras interactuando con ellos, ayudándolos, exponiéndose al contagio.

En cada sala se observó entre 15 y 20 camillas y, salvo por una cama, todas estaban ocupadas.

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Las personas se miran totalmente debilitadas, la mayoría con los ojos cerrados, sin moverse.

En sus mesas se puede ver algunos alimentos, muy pocos, el panorama es desolador.

En el pasillo hay líneas de sillas a un metro de la pared con más cintas amarillas para impedir el paso.

Diferentes bolsas de ropa esperan para ser llevadas a lavandería, nadie las toca por temor a contagiarse.

La movilización es rápida y Maradiaga apenas tiene tiempo para mostrar cómo caminan de protegidos los empleados. “Por eso es tan importante tener los insumos”, señaló.

La protección del personal médico es tal que con la careta y el gorro es casi imposible distinguir quién es quién.

A la orilla de una puerta hay una gran cantidad de recipientes desechables con la comida para los empleados.La zona es totalmente silenciosa, como si nadie estuviera.

Durante el recorrido apenas uno de los jóvenes administradores pudo platicar con un doctor que salió a su paso. “No he salido de aquí”, le dijo el doctor.

El administrador sonrió y mostró su pesar con una mueca de desaprobación.

En medio de las dos alas donde están las seis salas covid-19 se pudo observar la sala UCI, donde hay seis personas al borde de la muerte.

Saliendo del lugar se puede ver una de varias salas de desinfección.

Se oprime un botón, la persona entra y comienza a girar mientras es rociada con productos químicos para desinfectarse.

Una vez afuera, se pudo observar el inmenso tanque de oxígeno que le da vida a todas las salas.

La importancia de su capacidad es vital, pues sin su funcionamiento los pacientes se mueren.

“¿Este denunciaron que estaba fallando?”, consultó EL HERALDO.

Inmediatamente la directora lo rechazó: “Vamos, aprovechemos que ahí están los técnicos”.

En un breve intercambio de palabras el experto explicó que el tanque está a un 50 por ciento de su capacidad.

Además, tiene un respaldo importante, por lo que no hay señales de alarma.

El recorrido está a punto de terminar, El Tórax urge de atención inmediata y fortalecimiento a sus empleados.